Somos los que venimos a dejar nuestro sudor

Tenía 17 años cuando me fui con mi cuñado para San Luis Río Colorado, a la pizca de algodón, era un trabajo mediocre, porque estaba muy vano, veníamos porque se decía que había mucho trabajo y mucha gente venía. Nos fuimos con la ilusión y la esperanza de ganar más dinero que allá en el pueblo; de regreso me traje 60 pesos, mi cuñado se enfermó y tenía poco dinero, no nos alcanzaba para regresar y nos fuimos de raite, sólo pagamos el boleto de San Luis Río Colorado a Ciudad Obregón, de ahí hasta Ameca de gratis; nos hicimos de los dormidos y en Tepic el cobrador nos pregunta:

- Sus boletos por favor.

Entonces me hice el tonto que los estaba buscando en el suéter y tuve que mentir.

- Aquí estaban los boletos ¿no sé qué pasaría? alguien los agarró.

Era mentira, pero nos sirvió para llegar a nuestro destino.

En noviembre, del 72, me vine a Tijuana para pasarme al otro lado e irme con mis hermanos, que estaban en Watsonville, California, pero, estando allí me dijeron que ya se había acabado el trabajo en la canería, tuve que esperarme en la frontera cuatro meses para pasar. De noviembre a febrero trabajé en la construcción de caminos; vivía con unos parientes que, desgraciadamente, se portaron muy mal, aún pagándoles doce dólares por semana de comida y hospedaje. Después me fui con unas ancianitas de Otavalo y estuve muy a gusto, les pagaba lo mismo pero no había esas habladas de que:

- Lo que nos pagas es muy poco, imagínate si hubieras llegado a un hotel y a un restaurante, lo que hubieras pagado y aparte la lavada.

En esa casa no hubo problemas así.

Para febrero del 73 intenté cruzar al otro lado, tocó la de malas que me echaron fuera tres veces; la primera sucedió al finalizar febrero; llegó una familia de allá del rancho El Pasito, cerca de Majorca, y me fui junto con ellos en un carro, era por la tarde; me acuerdo que el coyote venía manejando tan nervioso que se volteó el carro, quedó con las llantas para arriba y una mujer que tenía placas en los dientes se le cayeron, a los demás no nos pasó nada ¡bendito sea Dios, afortunadamente tengo vida! de allí ganamos para el cerro, éramos cuatro los que veníamos en ese carro, la señora y su cuñado se fueron para un lado, un compañero y yo arrancamos para el otro. Para ese tiempo tenía un poco de dinero ahorrado del que había ganado en Tijuana, más otro que me habían mandado mis hermanos de Watsonville, agarramos un raite con un americano hasta San Diego, ahí tomamos el camión con dirección a Oceanside pero, cuando nos estábamos quedando dormidos, llegaron y tocaron la puerta, resultó que era la migración y ... van pa'fuera. Nos mandan a Chula Vista, de allí nos sacaron como a las seis de la mañana para Tijuana.

La segunda vez que nos agarraron fue por la noche, subimos una loma y, al bajarla, ya nos estaba esperando la migra, esa vez no caminamos mucho, solamente diez minutos y ahí luego luego nos gritaron:

- ¿A dónde ir ustedes hombres? arriba las manos si no les podemos disparar.

Nomás para asustarnos nos decían ... vas pa'fuera otra vez.

La tercera vez cruzamos por la vía del ferrocarril, en la tarde, todavía no obscurecía y, luego luego, no caminamos mucho, íbamos a entrar al hotel cuando nos pararon y ... hasta fuera de nuevo.

La cuarta vez fue cuando ya la hice, pase por la vía, pero por la mañana, creo que estaban desvelados los de migración, me pasó el mismo coyote de la tercer vez (lógicamente era el único paso que se sabía), me dijo:

- Tú te vas a ir con fulano, ellos ya saben donde llevarte.

Nos fuimos derechito al hotel, a los cinco minutos llegó un carro, nos subimos seis personas y !vámonos¡ de ahí nos venimos a San Diego, nos tuvieron tres días sin pasar, porque querían cruzarnos en un trailer muy grande a 200 personas, entonces tuve nervios y me les escapé, nos tenían en un corralón, como ganado, el baño tenía su ventana, que daba a la calle, con una maya de protección, pero esta se podía abrir, la mayita la podía uno mandar por un tubo. Eché cálculos, ya que siempre había salido sólo y dije:

- Bueno, pues ya me toca la buena, ya tengo callo, me han echado fuera tres veces, ésta no será la cuarta.

Me metí al baño, cerré la puerta con candado, me salí poco a poco por la ventana y empecé a caminar por la calle, cuidándome de que no me vieran los polleros; me acuerdo que me encontré a dos muchachas que iban caminando, les dije todo tembloroso:

- Dispense ¿no sabe dónde hay aquí un hotel?.

Luego dice una:

- Hay papacito, mira, ahí está uno.

Eran muchachas bromistas, lo que yo quería era llegar al pinche hotel, no oía nada de piropos ni nada, estaba chavalo, tenía 21 años en ese entonces; me atendió un americano, le dije:

- ¿Tiene cuartos señor?.

- ¿De cuántas camas? ¿cuántos cuartos querer tú?

Hablaba poquito español.

- Quiero de una recámara, para mí.

Parece que era derecho, no era discriminativo, me metí al hotel, traía unos números de teléfono pintados en el fajo, entonces le hablé al coyote que nos pasó la primera vez, fue tan baquetón y sinvergüenza, aunque era también de Otavalo, pero de otro rancho, que me contestó.

- ¿De dónde me hablas? ¿dónde estás?

- Estoy en San Diego, fíjate que me les escape a los que me iban pasando, por razón de que están metiendo mucha gente, tienen 200 gentes esperando, porque quieren meter más todavía, para pasar a todos en un trailer como ganado, eso es un desorden.

- ¿Sabes qué? sí voy por tí, pero te voy a cobrar lo mismo, a mí no me interesa que estés adentro, para mi lo trabajoso es pasar San Clemente, no pasar la línea y bla bla bla.

Me cobró 225 dólares, me pasó en el depósito de las llantas de refacción; llegamos hasta Pacoma California, estuve con unos amigos trabajando un año en una fábrica donde armaban trailas.

Para el 73 mi hermano José Ruvalcaba ya se había ido a Lake Tahoe, Nevada, al ver que era un lugar virgen para trabajar fue por mi a Pacoma; cuando llegué me impresionó todo, porque aquí es una de las ciudades más hermosas del mundo, me impresionó, desde el lago, los casinos y, sobre todo, sus cockteleras, andan casi encueradas, ya que no las había visto antes, esa es la atracción que hace a uno que vuelva otra vez a estos lugares.

Mi hermano me consiguió trabajo en el hotel Tahoe Motel, ahí trabajé tendiendo camas, duré ocho meses, en ese mismo tiempo mi hermano me ayudó a conseguir otro trabajo en el Casino Harris, un casino pequeño, donde la hice de todo, lava platos, ayudante de mesero, barrendero, tenía dos trabajos, en el Tahoe Motel por la mañana y en el Harris por la noche, dormía muy poco y así duré cerca de cuatro meses.

En 1974 me casé con una gabachita y, a los siete meses, me emigré, ya que arreglé papeles le dije good by. La idea de casarme con una gringa era ver como salía de mujer, pero luego luego empecé a ver que no valía la pena, que solamente quería andar en restaurantes y casinos, no quería trabajar, no hacía por tener dinero, solo por darse gusto, eso a mí me molestaba; entonces empecé a agarrar mi intención de dejarla, porque inclusive ella se iba a las fiestas con las hermanas, porque decía que así era la vida en Estados Unidos, pero todo era una mentira, por eso mismo le pasó lo que le pasó.

Un día fui con mi hermano, a tomar una copa, al casino Harveys y nos encontramos con un argentino que se acercó y nos dijo:

- ¿De dónde son? ¿son mexicanos?

- Si.

Dice:

- ¿No quisieran trabajar de bus boy?.

Dijo mi hermano.

- Yo tengo un buen trabajo de bus boy en el teatro del casino Sahara, pero mi hermano tiene un empleo modesto, yo creo que si usted le diera una oportunidad, él si podría de bus boy.

El tenía el puesto de capitán, sentaba y contrataba gente, además tenía muy buena conexión en ese casino; le dijo:

- Mañana que venga a hablar con el mero mero le doy la manita para que entre.

Dejé los dos trabajos y me dediqué de bus boy ganando lo mismo que en los dos anteriores; duré más o menos 6 meses; me salí porque quería trabajar de ayudante de cantinero y me dijeron que mi inglés no era suficiente para ese puesto, me sentí insultado y me salí, pero gracias a Dios, siempre he tenido buena suerte. Entré a trabajar al casino Sahara, de lavaplatos, bajé de puesto pero para dar un brinco mejor, a los tres meses pasé al buffet, de ayudante de mesero, ganando 6 o 7 dólares por día, aparte mi sueldo, eso era lo que me daban los meseros, ¡cabrones rateros!. En ese mismo departamento ascendí de mesero, ganando 30 a 35 dólares, hasta 40 por día, igualmente con mi salario aparte, me cambié de departamento cuando cumplí los dos meses y me fui al teatro, de ayudante de mesero, ganando 60 ó 70 dólares al día, era muy buen trabajo, ahí aguante dos años y medio y, cinco de mesero; me salí porque cerraron el teatro y nos querían cambiar de departamento donde íbamos a ganar menos dinero. De mesero me daban de propina con todo y el sueldo 150 dólares, llegué a ganar hasta 300 dólares, pero, ¿dónde está todo eso?, todo quedó en los casinos, en el juego, por eso doy mi consejo: que todo el que venga a lugares donde hay casino y le guste jugar, mejor que ni venga o, si es así que sea sólo a pasearse, pero que no se establezca aquí porque su vida va a ser infeliz.

Para 1980 me volví a casar, con una muchacha del rancho de Lagunillas, del mismo municipio, es seis años mas chica que yo, con ella tengo dos hijos, una niña de trece años y un niño de diez, los dos nacieron aquí.

De 1986 en adelante los otavaleños fueron llegando muy rápido, no fue una cosa lenta porque mi hermano ayudó a los cuñados y ellos son muy chismosos, cuando iban para Otavalo decían que en Lake Tahoe había mucho trabajo y se fue regando el chisme, incluso mi hermano y yo llegamos a traer gente de Los Angeles, que íbamos a capiarlos en Reno, ya aquí les buscábamos trabajo, mi hermano fue el que hizo mucho por los de Otavalo, inclusive la gente de Nayarit está por mi hermano, o sea la cadena es por él. Nosotros ayudamos a un cuate muy malagradecido que se llama Félix Medina; ese tipo después que lo ayudamos se emborrachaba y decía que él era el primero que había llegado a Lake Tahoe, no lo decía aquí, pero iba a Los Angeles y decía:

- No, allá el que descubrió ese lugar hermoso fui yo.

Decía puras tonterías, a mi no me interesa quien haya llegado primero, qué importa, sí él hubiera tenido cinco años aquí solo y, a los próximos cinco hubiera llegado yo y haya empezado a traer gente a este lugar.

Al cerrar el teatro busqué otro empleo en el mismo casino, pero en el restaurante, de mesero, ahí duré nueve meses, para después cambiarme de ayudante de cantinero, a los dos años me ascendieron de cantinero, donde ganaba más dinero que en el teatro, en ese departamento duré tres años más. Iba a completar trece años en el casino cuando perdí mi trabajo, me corrieron por deshonesto, porque les regalaba vinos a la gente, no les cobraba a veces, ya me tenían vigilado; les regalaba tragos a los amigos para que dejaran más propinas, pero no me corrieron tanto por eso, sino porque entró la Unión y yo era un miembro muy activo dentro de ella, a su vez esto no le convenía al casino, pero yo hice un error por ser miembro activo a favor de la Unión, porque son muy capciosas. La Unión es muy buena si todos se unen, pero desgraciadamente la gente tiene miedo y, como hay tanto indocumentado, entonces tiene miedo que las mismas compañías los corran, les revisen los papeles o llamen a la migración. Mientras los latinos no estemos siempre unidos, los americanos nos van a tener con el pie en el cuello.

Siempre he odiado la discriminación de los gringos, odio que a los latinos los pisotién; aquí en este país estamos 100 por ciento discriminados nosotros los latinos; en el trabajo había un poco de esto, no tanto porque los supervisores apreciaban mucho al latino, sino porque trabajábamos muy duro y, los americanos quieren las cosas bien hechas. Los americanos se creen muy listos pero no lo son como ellos se creen, porque en la realidad no están tan bien preparados como los japoneses, que son tan disciplinados o, los alemanes. Hay muchos americanos, una gran mayoría que son drogadictos, hippies, flojos que no quieren trabajar, que solamente quieren trabajos fáciles y que a veces no los saben desempeñar, inclusive fui el único latino mexicano que fue mesero en el teatro del Sahara, donde se presentaba Elvis Presley y otros artistas famosos; había otros que eran latinos, pochos nacidos aquí, pero legítimo mexicano solamente yo, había muchos americanos que querían entrar y no podían con el puesto, no me sentía bien en contra de ellos, me sentía bien a favor de mi persona, porque como dice el ermitaño: si yo puedo desempeñar mi trabajo no siendo americano y ellos no pueden en su propia tierra, entonces no soy más pendejos que ellos; siempre me consideré de los mejorcito en ese puesto. Después que me corrieron me fui al casino Caesar's, trabajé tres meses de ayudante de cantinero y, un año nueve meses, de cantinero; puse al mismo tiempo una tienda de ropa con un dinero que teníamos ahorrado mi esposa y yo; la historia de como empezamos la tienda fue que compramos 40 manteles, en el mercado San Juan de Dios, de Guadalajara, por esos manteles pagamos quince dólares, aquí los vendimos en 40 cada uno, para nosotros fue una ganancia fabulosa, entonces le dije a mi esposa:

- Aquí podemos hacer dinero, podemos ir a México, traer ropa y venderla para hacernos de dinero.

Ya cuando fui empleado del Caesar's nosotros teníamos la tienda, apenas estaba iniciando y ya me iba bien, dije:

- Bueno, hasta aquí quiero trabajar, para que voy a seguir si en la tienda sacamos para vivir.

En una ocasión fuimos a México de compras, también de vacaciones, nos sucedió una aventura bastante triste, porque cuando abrimos la tienda trajimos ropa de México, nosotros pensábamos que la ropa de allá iba a ser todo un éxito y fue una desgracia, esa vez compramos cerca de 10,000 dólares de mercancía, nos la detuvieron en San Francisco y la mandaron para Guadalajara, la mercancía estuvo detenida tres meses en San Pancho, en la aduana, la pasamos ilegalmente porque no teníamos permiso, nos dijeron:

- Usted no trae visa de importación, porque ahí señala cuántas piezas deben traer, cuántos kilos, qué fábrica la hizo y bla bla bla.

No traíamos nada de eso. Esta transa ya la habíamos hecho dos veces antes y no había sucedido ningún problema, ya estábamos picados.

En 1992 puse otro negocio, una tienda de abarrotes mexicanos, ese negocio era de mi hermano Filemón y como no lo supo manejar, fracasó y me la ofreció, se la quería vender a otras personas, pero no le daban lo que él pedía, la pusimos porque está junto a la que ya teníamos.

Todos sabemos que Estados Unidos es mejor que nuestra patria pa'ganar dinero, hay que ser honestos, no hay que apasionarnos, nosotros queremos muchos a nuestra patria, desgraciadamente allá no se puede porque hay mucha corrupción en el gobierno; los aduanales son muy salvajes, siempre buscan la forma de sacarte dinero, la ciudad más corrupta que yo he conocido de México es Mexicali; cuando salimos por allí una de esas veces, en 1989, iba a llevar a mi padre y a mi madre a Otavalo, pasando la línea, con la migración mexicana, me dice un tipo.

- A ver, quiero ver que traes.

- Jefe, solamente son tres maletas de ropa, es una de mi mamá, otra de mi papá y otra mía,

- ¿Sabes?, es mucha ropa la que llevas, esto te va a costar 40 dólares si quieres pasar.

- No te voy a dar ni un cinco, por qué te voy a dar, si no llevo armas, llevo mi propia ropa.

- Pues hazle como quieras, pero si no me das 40 dólares no pasas, hazle como quieras.

- ¡Qué bonito te ves con ese traje, quisiera que te lo pudieras quitar para partirte el hocico!

El gobierno en México es muy peligroso, es de lo más salvaje que hay.

Dice:

- A todo esto, no te he preguntado por tu identificación, deja ver quien eres, quiero ver tu AD.

Le enseñé la mica y me la arrebató.

- Ahora vas a ir con aquellos cabrones, a ver que les dices.

Me mandó con la migración americana, gracias a Dios hablo un poco de inglés, el creía que yo estaba verde. Fui con ellos y me dijo el emigrante.

- ¿Qué pasa?, cuál es el problema hombre.

- El problema es que estos hombres quieren 40 dólares, si no, no me dejan pasar esta ropa, solamente es eso, es la que usamos mi padre, mi madre y yo, porque no es ni nueva.

Y lo que hicieron es que sacudieron la cabeza, y dijo:

- Nosotros no podemos hacer nada, desgraciadamente es del modo que ellos hacen su vida.

- ¿Por qué tiene que ser el único camino para hacer su vida?, ¿qué no pueden trabajar más honestamente o cobrar impuestos?, que digan, aquí se cobran impuestos, total, y ya vete, ¿tiene uno que estar regateando?

- Mira, el único consejo que te podemos dar es que des la vuelta, donde pasan a pie, deja tu camioneta cerca de un parkeadero. Di la vuelta, cuando iba pasando con las maletas me estaban esperando otros aduanales, dijeron:

- Hey tu, tú, salte para acá, tú no puedes venir por la línea y pasar por los de a pie, porque tuviste una bronca allá arriba y tienes que ir a arreglarla, vete a pasar por arriba, nosotros no queremos bronca con ellos.

Era la misma corrupción arriba y abajo, queriéndome asustar y cobrar en los dos lados. Entonces le digo:

- Quiero hablar con el jefe de aquí de abajo.

- Quieres hablar con él, orale ahí esta adentro.

Jefe quiere hablar aquí un camarada con usted.

El pinche viejo estaba borracho.

- ¿Cuál es tu problema hombre?, por qué no se porta bien.

Estaba haciéndose el tonto.

- Mire, el problema es que allá arriba me piden 40 dólares, sí los traigo, pero voy a un lugar muy lejos y no la joda jefe, hágame una bajita, como es posible que tiene que aferrarse a que les de uno cierto dinero que no podemos dárselo.

- Bueno, ¿cuánto puedes dar?

- Le doy 20 dólares jefe.

- Andale, pero no le digas a los demás porque después todos van a querer dar lo mismo.

Se los di y pasamos los velices caminando, me di vuelta en la camioneta y los subí. Cuando llegamos al aeropuerto fue otra corrupción, peor todavía. Llegamos al aeropuerto y me dicen:

- A ver traiga sus velices para pesarlos, pesan un poquito más pero ahí no más afloje para el café y no hay problema con nosotros.

Ya dije, bueno, no está mal esto, les di $20,000 pesos.

- Orale, ahora allá donde va aquella banda súbalas con aquellos muchachos que están ahí.

Otro aduanal me dice:

- Qué no sabes que tienes que llevar 25 libras máximo.

- Eso es lo que admiten de llevar en avión, ¿lo demás hay que pagar sobrepeso, no?

- No se pase de político, aquí tiene que pasar 70 dólares, si no no pasa nada.

- ¿Pues sabes qué?, no te voy a pasar nada, ya me chingaron en la línea, ya me jodieron aquí donde pesan las valijas y, ¡también tú!, aquí donde esculcas y, ¿luego qué?, este es el lugar más corrupto que hay en México.

Entonces un muchacho que iba con nosotros, el que se iba a traer la camioneta para dejarla aquí en Mexicali, vio a un señor alto, que parece que era un miembro del partido cardenista y le dijo:

- Oiga señor Arenas, ¿no nos puede dar una manita con estos hombres?

- Si muchacho.

Era un señor respetuoso.

- A ver, ¿que pasa aquí muchachos?

- Pues aquel.

- A ver ven.

El aduanal era un tipo ñengo, barbón y feo.

- No, pues no quiere aflojar este muchacho para el café.

- Qué tanto es lo que le piden para el café,

- Me piden 70 dólares señor.

- No sean ingratos, tantiénse, no quiero regresar otra vez, no quiero problemas.

Parece que el tipo tenía poder, entonces ya estaban como tratando conmigo, como negociando algo bueno.

- ¿Cuánto quieres dar?

- Yo no quiero dar nada, ¿por qué les voy a dar si no llevo nada ilegal?

- Pues si, pero tienes que dar si no, no pasas.

- No importa que no las pase, no me van a asustar con eso, siempre quieren asustar a la gente para intimidarlas y así sacarles el dinero, no les voy a dar ni un cinco,

- No, pues si vas a pasar tienes que dar.

Ahí estuvimos quince minutos, ya que iba a salir el avión, me dijeron:

- Bueno si quiera pasa unos 40 dólares ¿no?

- No, ni 40 dólares te voy a pasar, no hay razón para darte dinero o, por tus lindos zanates o ¿por qué les voy a dar 40 dólares?, no me están haciendo ningún favor, ningún beneficio de nada, ¿o a cambio de qué?, no más para regalarlo a la corrupción que tienen ustedes.

Tuvimos que llamar otra vez al señor Arenas.

- Señor Arenas, no quieren estos hombres entender.

Le dijo el muchacho que se iba a regresar con mi camioneta, el Señor Arenas les dice a los aduanales.

- Muchachos, pórtense bien con los ciudadanos.

- Señor Arenas, lo que le pedimos son quince dólares y no los quiere dar.

- Es cierto muchachos.

- Me pedían 40, ya ahora le bajaron 25 menos.

- Dáselos, ya esta bien, para que se tomen un café.

Les di 15 dólares de 70 que me pedían, pero me fui muy encabronado, en Guadalajara no hubo tanto problema.

Los americanos son unos alcahuetes bien hechos, porque López Portillo tiene una casa aquí en Lake Tahoe, quieren aquí gente rica, capitalista, ¿a ellos porque no los echan pa'fuera?, eso sí, a la gente que viene a dejar el sudor, a buscar trabajo, todo para engrandecer su mugre nación a esos si los tiran, yo aunque soy ciudadano yo no me cuento como que soy de aquí, yo siempre quiero a mi México, desgraciadamente el sistema de México está muy mal, pero no por eso vamos a desilusionarnos de nuestra patria; me nacionalicé porque cada que iba a México me robaba mucho la aduana, también porque así podría ayudar a mis padres, emigrándolos para que recibieran pensión por su edad mayor y así vivieran tranquilos.

Si regresara a vivir a México lo que haría sería poner un negocio; aquí nunca pensé poner, lo que tenía pensado era llegar a ser un jefe grande, de un buen puesto, en el casino; pero ahora me siento mejor que un jefe, porque soy el patrón de mi propio negocio, tengo puesto de jefe, pero no mando a nadie, me mando yo sólo.