Todo es
como una raíz*
Nada
más cierto que el título de esta historia, de los primeros
que llegaron a Lake Tahoe fue el hermano de Timoteo Ruvalcaba, él
fue quien se lo llevó; después de ellos la migración
a Lake Tahoe se ha convertido en una raíz.
El
hermano de Timoteo, José Ruvalcaba, nunca necesitó ir
al norte, porque de hecho tenía trabajo fijo en un banco, en
donde laboró cerca de once años; pero, en julio de 1972,
le picó la curiosidad y se fue a la frontera a husmear el panorama;
allí se convenció que "si la podía hacer"; regresó
sólo para renunciar a su trabajo y volver a partir.
Primero
llegó a Watsonville donde permaneció cinco meses, después
pasó a Hollister, a "la casa amistada", ahí escuchó
hablar por primera vez de un lugar memorable, lleno de promesas, dinero
y casinos: Lake Tahoe. En la imaginación de José los centros
de juego se asemejaban a grandes salas llenas de mesas de billar, que
le recordaban los únicos lugares de juego de su pueblo natal.
La esperanza de encontrar un lugar mejor y la zozobra del trabajo que
desempeñaba lo condujeron muy pronto a pedir ayuda a unos amigos
para pobrar suerte en Lake Tahoe. José recuerda con precisión
aquel primer viaje: el número del freeway, los puentes que atravesaron
y sobre todo el lugar donde conoció la nieve: Placerville.
En
aquellos años el centro hotelero y turístico de Lake Tahoe
apenas contaba con pocos hispanos para desempeñar unos cuantos
trabajos; y José Ruvalcaba, al parecer, fue el primer jalisciense
en incursionar por aquellos parajes. Muy pronto lo siguieron la esposa,
los hijos y los hermanos. Entre todos, cada quien en su puesto, abrieron
brecha y prepararon el camino para que otros paisanos llegaran a trabajar
en casinos, restaurantes y hoteles, para que otros niños fueran
a la escuela, las mujeres incursionaran en trabajos de meseras y recamareras
y, otros más se animaran a montar algún negocio, construir
una casa o solicitar un préstamo.
La
semilla sembrada por la familia Ruvalcaba fructificó. En veinte
años, Lake Tahoe es ya un lugar conocido y querido entre los
migrantes mexicanos que gustan llamarle Otavalo Chiquito, en referencia
a su pueblo de origen y a la gran cantidad de paisanos que allí
laboran. Pero también los mexicanos han pasado a formar parte
del paisaje de Lake Tahoe, han ganado a pulso su lugar y forjado una
presencia, al desempeñar con eficiencia y responsabilidad una
multitud de trabajos, tareas y actividades.
* Entrevista realizada por Enrique Martínez en la Ciudad de
Lake Tahoe California, en octubre de 1992.
No es que
por uno llegaron todos, pero es la verdad, es como una raíz,
crece, da un tallo, ese mismo da ramas y, a su vez, hojas; es igual,
hablando de un árbol genealógico o de una familia como
el pueblo amequense.
Así,
llegamos primero unos y después más, luego mucha gente
que ni conoces, vienen porque otros los han invitado pero, no saben
las raíces de como llegamos; sí puedo asegurar que latinos
somos unos cinco mil y, de estos, creo que somos un 80% de Otavalo,
aquí en South Lake Tahoe. Unos son temporales, van y vienen y,
el que va, no viene solo, siempre trae un amigo o dos, otros son estables.
Me crié
con mis abuelos, desde la primaria hasta que entré a trabajar
al banco, a los 17 años, donde duré once, trabajaba solo
por temporadas, porque era difícil obtener mi planta permanente,
debido a que no tenía cartilla militar, me daban trabajo por
temporaditas de dos o tres meses y, luego me volvían a dar otro
contrato. Trabajé a veces con paga o sin ella porque eran muchos
los que solicitaban empleo; cuando cumplí los 18, empecé
a trabajar formalmente: auxiliar de contabilidad, secretario, jefe de
la mesa de seguros e inspector de campo, como pagador de CONASUPO, dentro
de este puesto fui muy conocido porque atendí muchas comunidades.
Al pasar
el tiempo pedí permiso y, me vine a Estados Unidos, en julio
de 1972. Primero llegué a Mexicali, vi que más o menos
había opción de hacerla y regrese por mi renuncia.
Cuando pasé
al otro lado me fui a Watsonville y trabajé cinco meses en una
canería, después me cambié a Hollister y, entré
en un restaurante que se llama "La Casa Amistada", de unos portugueses.
Empecé de lavaplatos; duré tres meses y medio, desde que
finalizó el trabajo en la canería hasta diciembre, enseguida
conseguí un part time en otra canería de Hallister, cuando
mucho trabajaba tres días a la semana en cada lugar.
En una ocasión,
sirviendo café a unos clientes de la "La Casa Amistada", me hice
dos amigos, Lío López, pocho nacido en Texas y Ventame,
holandés. Eran viejitos pensionados que vivían juntos
y su única diversión era viajar; vivían en Menlo
Park California, a diez minutos de San Francisco.
Sirviéndoles
café me acuerdo que, Don Lío me dijo:
- Oye muchacho,
tú ¿de dónde eres?.
- No, pos
yo soy de México.
- Si, pero
¿de qué parte?.
- No, pos
de Guadalajara.
- Bueno y
platícame ¿cuánto te pagan?.
- No, pos
aquí me pagan a 1.80 la hora.
- !Uh!, te
están robando, ¿cómo que te están pagando
a eso la hora?. No, pos a 1.80, te están robando, no, no, vete
a Lake Tahoe, allá no te persigue tanto la migración.
Me dijo eso
porque en ese tiempo no tenía papeles, además de que mi
esposa ya estaba aquí. Le pedí su domicilio y con gusto
me lo dio.
- No, no,
cuando gustes nosotros te llevamos a Lake Tahoe.
- ¿Y
qué es eso?.
No sabía
inglés y dije:
- Lake Tahoe
¿qué será?.
- No, se
llama South Lake Tahoe y quiere decir sur Lago Tahoe, es un lugar donde
hay casinos, igual que en Las Vegas.
Me decía
casinos y me imaginaba que era donde juegan al pool, al billar.
- Pues tanta
gente va allá a jugar eso.
Pasó
el tiempo y, para febrero, se me terminó el trabajo en la canería
y, en el restaurante, empezó a chingar la migra:
que ya iba
a checar ... que mañana viene ... y los compañeros de
uno con malas intenciones, muchas veces por envidia o por que les caes
mal, te dicen que tengas cuidado porque va a venir la migra tal día
y, como no tenía papeles, me podían llevar a México.
Y tocó
la suerte, el día que fue la migra tenía descanso; al
día siguiente que llegué al trabajo me dijeron:
- Fíjate
que ayer llegó la migra y se llevó a una persona.
- ¡Ah
caray! -le dije a mi esposa-, esto se esta poniendo peligroso, si seguimos
aquí, pues ... ¡tanto que cuesta entrar!. Viendo esa situación
nos pusimos miedosos, dijimos:
- No, ya
no es bueno seguir aquí. Acordándome de ese señor,
Don Lío López, le dije a mi esposa:
- Voy a ver
a ese señor.
Ella todo
el tiempo se asustaba y me decía:
- ¿Qué
vas a hacer con esos viejitos? a última hora puras mentiras,
tu me has platicado que te olían a alcohol.
- No, no,
pero me decía muy sincero, voy a comunicarme con él.
Cuando le
hablé, en una ocasión, no encontré a nadie en casa,
sonaba y sonaba el teléfono, después volví a llamar
y a la tercera vez, tocó la suerte que él me contestó,
le dije como la canción:
- Yo soy
aquel que conoció aquella vez.
- A ver,
a ver, barájamela más despacio ¿quién eres
tú?
- Pues mire,
soy José Angel Ramírez (llevé éste nombre
en mí Social Security desde 1972 hasta 1977), acuérdese,
usted me conoció de ayudante de mesero en "La Casa Amistada",
de Pacheco Park, un restaurante de portugueses y me preguntó
cuánto me pagaban y dijo:
- Te están
robando.
Inclusive,
aparte que me están robando, ya se terminó el trabajo
y aquí también está mi esposa, que no hayamos si
quedarnos o ya regresarnos para México, porque esta muy difícil
estar aquí sin papeles, donde quiera lo andan a uno asustando.
No, hasta
eso, respondió el señor.
- Mira, cuando
estés listo vienes aquí, este es mi domicilio.
- Ya estoy
listo.
- Pues vente.
Mi esposa
no quería, pero por fin ahí venimos, ella y un amigo mío
que se llama Juan López, de Tolola, Michoacán. Era principios
de marzo, de 1973.
Fuimos al
domicilio de Don Lío López y ya estaba listo, nada más
lo único que me encargó:
- Me compras
mi medicina.
Dije ¡a
caray!, entonces está enfermo Don Lío; por el camino dijo
cual medicina. La cosa era una pachita, una botellita de brandy, se
la compramos.
Tenía
un carrito Ford 58', todo descolorido, la transmisión jodida,
la primera no le entraba, arrancaba en segunda, cuando íbamos
por una subida muy inclinada tenía que meter la primera, me hacía
un argüende esa máquina, una tracatiza y, así veníamos.
Este viaje
fue novedad porque conocí San Francisco y otros puntos de California,
sin querer, él me venía guiando, no sabía bien
manejar, no tenía licencia; por fin llegué a San Francisco,
cruzamos el Bay Bridge, el puente que divide a Oakland con San Francisco,
lo pasamos y seguimos hasta llegar a Sacramento, continuamos, llegamos
a Placerville por el freeway cincuenta, pasando Placerville fue cuando
empezamos a ver montones de nieve, entre más nos acercábamos
más nieve veíamos y el carro sin calentón, entonces
más frió teníamos; por fin llegamos a South Lake
Tahoe y buscamos un hotelito donde pasar la noche, pero el señor,
como era tan jugador; yo pensaba que traía sueño porque
iba cabeceando todo el camino, no, en cuanto llegó dijo:
- Ahorita
vengo.
Se fue a
los casinos, más tarde llegó bien pelado, había
perdido todo.
Esa noche
nos quedamos en un hotel que está contiguo al Tahoe Motel y,
otro día, Don Lío López nos llevó a presentar
con la manager de ese hotel; parecía que era cliente porque empezamos
a trabajar al día siguiente mi esposa y yo, ganando a 3.50 la
hora.
Sólo
una noche estuvimos, traía poco dinero, alquilamos una cabina,
donde nada más cabía una cama, una estufita y un bañito,
era todo lo que tenía, mi esposa y yo dormíamos en la
cama, el otro muchacho dormía en el suelo.
Empezamos
a trabajar y, a la primera quincena que agarramos cheque, le dije a
mi esposa que fuéramos a Watsonville a visitar a mi hermano,
ya que no teníamos teléfono, ni P. O. BOX. donde nos escribiera
y, me vine sin saber su domicilio. Le dio mucho gusto vernos, en la
Soledad no estaba a gusto él, entonces me dijo:
- Oye hermano
¿qué yo no podría conseguir trabajo allá?
- No, cómo
no, allá hay mucho trabajo.
Y sí,
en realidad en ese tiempo Lake Tahoe era virgen, no había más
que unos cubanos, uno que otro puertorriqueño y, una familia
de Zacatecas, la familia Aramillo, había otra señora de
puebla. Ellos eran todos.
Me traje
a mi hermano de Watsonville y, dicho y hecho, llegando le conseguimos
el mismo trabajo que el de nosotros, de maid, o sea limpieza de cuartos
de hotel, cambiar sábanas, asear los cuartos, regar los jardines,
barrer afuera de los cuartos, puros trabajos que son usuales entre nosotros
los mexicanos.
Al ver que
ganaba buen dinero mi mayor ilusión era traer a mí familia
completa, había dejado cinco hijos en México; en junio
de 1973 llegaron todos, así que para el día de mi santo,
en julio, tenía a toda mi familia, fue necesario rentar un apartamento
de tres recámaras.
Cuando mis
hijos llegaron se metieron a la escuela, fuimos la primera familia de
hijos mexicanos en una escuela de Lake Tahoe. Para ellos, los primeros
días de clases fueron difíciles, se reían de ellos
porque nunca habían escuchado hablar español, llegaban
diciendo:
- Papá,
ya no vamos a ir a la escuela, no nos entienden.
No podían
comunicarse, ahora ya no se les hace raro a los gringos porque hay tantos
mexicanos, pero en ese tiempo se les hacía extraño, se
burlaban de ellos, llegaban llorando a la casa, ahora es otra la reacción
que tienen los americanos al ver mexicanos que no hablan español,
que solo hablan inglés ¡es más asombroso para ellos!
Después
de haber trabajado un año cuatro meses de recamarero, en el Tahoe
Motel, me fui a trabajar al casino Sahara, donde inicié de barrendero
por tres meses, después me cambié de bus boy por tres
meses, luego ascendí de mesero, un medio año y, como siempre
trataba de ganar mejor, me ofrecieron ser jefe de todos los bus boys
en un teatro de magnitud mundial, donde se presentaban todos los grandes
artistas del mundo, ahí tuve la suerte de ver a Elvis Presley
150 veces y, a cualquier artista famoso como: Diana Ross, Tom Jones,
Dean Martin. Todos los artistas que fueron famosos ahí se presentaron.
Como supervisor
tenía que tener de todas las razas y nacionalidades por ley;
tenía más gente a mi cargo de Majorca y de Otavalo que
de otros lugares, a mi mando estaba un africano, un esquimal, varios
cubanos, puertorriqueños, colombianos, chilenos, brasileños,
argentinos, españoles y franceses; ahí duré nueve
años. En promedio llegué a tener 22 bus boys, por todos
fueron 110, aparte debía tener suplentes para los días
de descanso, en caso de que se enfermaran, etc.
Trabajé
hasta 1983, año en que cerraron el teatro y lo hicieron buffet,
tuve que salirme porque ya no me convenía seguir, ya estaba cansado,
ya quería probar otros lugares, tenía once años
en ese casino; me cambié al Caesar's, donde trabajé dos
años y, otros dos en el Harrah's, después renuncié
porque puse un negocio, no podía con dos trabajos, con dos compromisos
a la vez.
He defendido
mucha gente que los sacaban o se los llevaba la migra, yo les prestaba
dinero o iba por ellos a Tijuana, sin cobrarles nada, solo la pura gasolina,
a otros que venían a buscar trabajo les conseguía empleo,
les daba la oportunidad de que vivieran en mi casa mientras se acomodaran
en algún lugar, la mayoría de mis enemigos, gente que
les era antipático, sabían que yo tenía un buen
puesto en un teatro, donde también querían trabajar, pero
no había para tantos, en ese tiempo ya eran doscientos o trescientos
otavaleños, yo nada más podía tener 20, así
es de que necesitaba correr a unos para meter a otros, porque eran trabajos
que ganaban 100 a 150 dólares diarios. Sin embargo, ellos empezaban
como yo empecé, lavando platos o barriendo, por 25 ó 28
dólares al día, mientras que sabían que uno estaba
ganando 100, 120, 150 dólares diarios, ellos también querían
una tajadita de ese pastel, pero no se podía.
Aún
no he comprado casa por lo siguiente: en primer lugar porque no se puede,
no puedo tener negocio y casa al mismo tiempo; cuando tuve la oportunidad
de comprar, pensé:
- Bueno,
éstos 20,000 dólares que tengo ahorrados ¿qué
puedo hacer con ellos? ¿o compro una casa o pongo un negocio?
sí compro casa, entonces me tengo que dedicar a trabajar de perro
por el resto de mis días, si no lo hago y pongo un negocio y,
si Dios me socorre, voy a sacar para comprar una casa.
Pensé
que ésto último tenía más sentido de lógica,
ser esclavo de por vida o arriesgarme a tener mi propio negocio; de
ésta manera no tengo casa, pero la voy a tener, si Dios quiere,
porque ya los negocios se han acomodado al nivel que quería,
además les dije a mis hijos que, Dios mediante, será en
el 93 ó 94, pero ya vamos a tener una casa, sí Dios quiere.
Aunque soy
un poquito ostentoso, porque para comprar casa cualquiera lo puede hacer,
pero yo quiero una verdadera casa, ese es mi pensamiento. Mi familia
es grande, seis hijos, mi esposa y yo, así es que necesito comprarla
cuando menos de cuatro recámaras, para el día que quieran
estar todos mis hijos, de alguna manera se pueden acomodar; mi ilusión
es comprarme una casa en Guadalajara, otra en Otavalo y, quizá,
otra en Puerto Vallarta, para tener tres lugares donde pasar mi jubilación,
ese es mi sueño, todos tenemos un sueño, qué se
me vaya a realizar, ¿quizá sí, quizás no?
pero si no los realizo ¡ni modo!
Puse una
tortillería por la magnitud de los latinos que estábamos
en el lugar, me puse a sacar cuentas y pensé que aquí
alguien tiene que dar el primer paso y, el que pega primero pega dos
veces.
Me llevó
unos años aclientarme, de primero vino la reacción del
propio latino, a muchos no les gustaba verme muy arriba, otros sí
me hablaban; tengo muchos amigos, muy buenos amigos, que me ayudaron
inclusive a edificar mi tortillería, a hacer tortilla sin paga,
solamente por una comida que les invitara o una pequeña fiestecita
que siempre hacía en retribución por sus ayudas.
Empecé
en el 84, pero no se trabajó ese año, sino hasta el siguiente,
nos detuvieron el permiso, tengo dos empleados que son: don Juanito
y un sobrino que se llama Sergio Ruvalcaba, es un negocio familiar.
El primer
viaje para surtirme de mercancía tuvo que ser en Los Angeles,
después en Richmond, California, ahí estaba la Misión,
una tortillería muy grande que vendía los ingredientes
caritos, pero tenía que hacer un viaje cada dos meses, iba a
traer 20 sacos de maíz o de maseca para hacer la tortilla, hacía
a veces un saco a la semana; por eso tenía que seguir trabajando
en el casino, para poder sostener la renta de la tortillería.
No fue sino hasta el 87 cuando ya me surtí de Los Angeles, pero
me traen toda la mercancía a Reno, Nevada.
Después
de eso ya todo es lo mismo, trabajar, levantarme a las cinco de la mañana,
ir a hacer la tortilla, repartirla, venirme a la casa, comer, jugar
ajedréz, tomarme unos vinos, dormir y, al día siguiente,
lo mismo.
En 1986 tuve
un negocio y dejé el trabajo del casino para irme a vender leña,
por mero y quiebro, fue un reverso el que me dio la vida, por el espíritu
de aventurero que tengo, de siempre andar explorando, haber si aquí
hay más dinero que allá, en el casino no todo el tiempo
lo hay, la vida te enseña que "zapatero a tus zapatos" o cosas
por el estilo, negocios que no conoce uno, mejor no meterse.
Tuve un restaurante,
en el 90, que se llamaba el "La Cosina de Doña Rivera", pero,
por remodelación de la ciudad, lo tumbaron en el 91' y me quedé
sin restaurante, me quedé nomás con la tortillería.
Era un restaurante de tipo Mc'Donalds, donde pagas, haces tu pedido,
te dan tu comida y te vas a tu mesa, ya uno solamente lo que hacía
era ir a limpiar las mesas.
Cuando me
vine, seguí viendo al señor que me trajo, Don Lío
López, porque fue tanta la amistad que me tuvieron y vieron el
crecimiento de gente que nos hicimos aquí, que después
ellos se vinieron a vivir a Lake Tahoe.
Mis padres
y mis hijos están conmigo, no me queda gran cosa que ver en Otavalo,
los amigos a veces vienen y me visitan, mi compadre Vizcaíno,
que fue presidente de Otavalo y, que es gerente del Banco ejidal, Humberto
Bautista, José Garibay y Javier Rentería, todos ellos
son de los más ricos de Otavalo; mucha gente a venido, inclusive
el actual presidente, Roberto Rubio; también me han visitado
muchos buenos amigos, aparte de eso, otra cantidad de amigos que no
vienen directamente conmigo; es bonita mi tierra, es donde dejé
mi infancia, donde logré mis primeras amistades, donde tuve mis
primeros amores, pero eso pertenece al pasado, te das cuenta que tienes
una hija casada, otro hijo casado, otro que anda viajando por todo el
mundo, que se hace como los pájaros: determinado tiempo del año
viene y está aquí un mes. Ya se junta toda la familia
a celebrar aquel que viene de lejos, es la tradición de esta
familia, pero ahora mis hijos me dicen:
- Apá
¿te quieres ir? que te vaya bien, yo me quedo aquí con
mi amá, ella tampoco se quiere ir.
Esto es lo
que pasa ahora, después de tantos años fuera de mi país.
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