Todos
mis piensos son volver pa'trás*
Antonio
es originario de Colon, Nayarit y se incorporó a la corriente migratoria
durante las braceradas, luego pasaría a la frontera como ilegal,
finalmente documentado, al legalizar su situación, la de su esposa
e hijos. Como muchos migrantes del occidente su tez blanca y ojos de color
le ayudaban a pasar desapercibido, tanto que en alguna ocasión
lo confundieron como hijo de gabacho. Pero no todo fue
fácil, en varias ocasiones estuvo a punto de claudicar, quizá
una de sus experiencias más frustrantes fue descubrir en una
huelga que "allá la gente también se vende"; su vida de
ilegal ha sido difícil y, pasar la frontera por cuenta propia
para ahorrarse el gasto del coyote, puede, en ocasiones ser fatal.
Además
de disgustos, angustias y sufrimientos la aventura migratoria de Antonio
le costó que su esposa perdiera un hijo, al intentar pasar la
frontera embarazada: un varón, después de haber tenido
siete mujeres. Finalmente vive y trabaja en Estados Unidos. La siembra
no se ha hecho para él, tampoco el trabajo en las pizcas. Su
opción fue trabajar y vivir en la ciudad y lo logró. Vivé,
como muchos otros mexicanos, en el barrio bravo del este del de Los
Angeles.
* Entrevista realizada
por Enrique Martínez Curiel en Los Angeles, California durante
el mes de agosto de 1991.
Soy de Colon, Nayarit, ahí
empecé a estudiar la primaria, mi padre se fue a una Hacienda al
Estado de Jalisco, se llamaba Tomatlán, está para el lado
de Tomatlán; a él le gustaba mucho la agricultura, como
allá había buenas tierras, se animó y se fue, a mí
me dejó con una hermana recién casada, me fui a vivir con
ella para seguir la primaria, pero se le vino una mala racha a mi cuñado,
él se venía al Norte, ese año le fue mal, como vi
que era una carga, y vi que mi hermana renegaba mucho, un día
me puso una cueriza y me fui.
Me fui, en mayo, con unos
señores que iban para Tomatlán, me quedé con mi
papá, trabajaba con él de sol a sol en el campo, pero
cuando empezó a llover y andábamos en la labor con los
huaraches, las piedras, todo sangrado, pensaba: por qué no le
hice caso, hubiera estudiado. Estuvimos en Tomatlán de 1951 hasta
el 59.
El primero que se vino al
Norte fue mi hermano mayor, después todos, cuando empecé
a crecer y andar de vago, le dije a mi papá - ¿Sabe que?,
ya no me está gustando aquí, quiero irme para Colon y
de ahí a Estados Unidos, porque hay más posibilidad de
mantenerme más a gusto.
Le dije esto porque mi hermano,
el mayor, ya se venía a Estados Unidos, y mi cuñado iba
y venía; mi papá no quiso venirse, ya se sentía
viejo.
De mis hermanos, el mayor
la última vez que vino fue en el 57, el otro se fue para Texas
en el 65, uno más vive en las Varas, otro que se murió,
pero nunca vino, sólo una vez anduvo animado, nomás llegó
a Tijuana, se le dificultó para pasar y mejor se devolvió,
no era muy vago, no le gustaba andar batallando, y el más chico
vino de ilegal antes de contratarse, cuando andaban echando la carretera
de Ensenada, se vinieron mi cuñado y él.
Yo, la primera vez que vine
a trabajar a Estados Unidos, en agosto del 71, me tocó la pizca
del durazno, como es una cosecha cortita, al mes se acabó, nos
iba muy bien porque ganaba como 35 o 40 dólares diarios, a la
mayoría de Colon les tocó la pizca del higo, ellos se
iban a quedar a cortarlo, tenían envidia de nosotros porque ganábamos
más, pero al mismo tiempo estaban contentos porque nos iban a
mandar, antes que ellos, de regreso a México; me acuerdo que
esa vez, el último día de trabajo, me estaban nombrando:
- Antonio Huerta.
Contesté.
- Mande.
Como tengo ojos azules, me
dijo, el que estaba nombrando lista, que era maquila de gabacho, pues
machín a mi me dio coraje, lo maltraté, le dije que maquila
era su país; me pidió disculpas. Como al día siguiente
nos teníamos que ir, me dijo un primo de mi esposa:
- Por qué no vas y
le hablas a Felipe, el que te dijo que eras maquila de gabacho.
Cenamos y yo siempre con
el gusanito de ir a hablar con él, para ver si nos daba chance
de quedarnos; me salí, metí el carro, fui y lo esperé,
yo más bien para hacerle la barba después que me ofendió;
llegó, agarré el periódico, se bajó del
carro, se lo di; sabía mi nombre:
- ¿Cómo estás
Antonio?
- Bien, ¿es cierto
que ya nos van a mandar para México?
- Desgraciadamente sí,
es que ya se acabó la cosecha y no los pueden mandar a otro lado,
porque en esta área es la pura pizca del durazno y ya terminó.
- Es que es muy corto, yo
pues apenas voy a sacar lo que invertí, quiero ayudar a mis padres,
soy el mayor de la familia y tenemos unos 25 ó 26 hermanos más
chicos.
Ahí le eche mentiras
machín. Dijo.
- Tu tener buenos pensamientos,
pero no hay manera que te quedes.
- Sí, en la cuadrilla
que se va a quedar a cortar higo, por qué no me pones a mí
o a mi primo.
- No, deja ver si puedo hacer
algo por ti, porque yo no soy el mayordomo, soy supervisor, deja hablar
con él, de todos modos alista tu ropa y si arreglo algo yo te
hablo.
Para el otro día la
cuadrilla se fue y nos despidieron, ya nos íbamos a ir, en eso
llegó el gabacho, me andaba buscando, me halló y me dijo.
- Antonio, dame el número
de tu cheque.
Se lo di, me dice.
- ¿En dónde
está tu primo?, Ahorita viene el mayordomo, el que se va a encargar,
les va a traer, unos guantes y todo para pizcar el higo.
Nos quedamos.
Unos tíos míos,
primos hermanos de mi mamá, tenían la pura envidia, trabajaban
conmigo, yo ni hacia caso de pizcar bien por andar al parejo con ellos,
para ir cotorreando y hacerlos enojar. Llegaron las fiestas patrias
y nos fuimos a celebrar los que nos quedamos, fuimos al pueblo, estábamos
en un rancho cerquitas de Mercedes; nos amanecimos con los amigos de
mi tío, parece que ya estaban emigrados, nosotros no podíamos
irnos porque no sabíamos regresar, a fuerzas teníamos
que andar, puro tomar hasta que amaneció.
Terminamos el higo y nos
llevaron a Río Brisa, al tomate, hasta que se terminó
la pizca, nos vinimos a Colon a fines de noviembre del 61.
Al siguiente año me
tocó Valle de Salinas, cerca de Soledad, pizcando fresas, fue
cuando dejé a mis esposa pedida, ya andaba sacando todo para
la boda; a los 45 días que llegamos empezaron a escoger a la
gente que se iba a quedar, en el primer recorte mandaron a los más
malos, yo le decía al mayordomo:
- Quiubo, me va a tocar quedarme
o qué.
- Pues no se sabe, bueno,
nomás sigue trabajando como trabajas y primero me van a correr
a mí que a ti, por qué te apuras tanto, estás nuevo.
Le platique que tenía
novia y quería sacar centavos para la boda; nos quedamos, esa
vez trabajé desde abril hasta noviembre. Empezó a irse
la gente como en septiembre, se fueron recortando cuadrillas, al mayordomo
lo quitaron, fue cuando me dijo:
- Ya ves, salió cierto
lo que te dije, ya me van a recortar a mí. Luego me decía.
- ¿Todavía
no ajustas para casarte?, sí quieres para hacer cooperacha.
Y sí, quería
aprovechar, el plazo que tenía se me venció, como en México
se fijan fechas para las bodas, le mandé una carta al suegro,
que no pensara mal, que la cosa estaba en pie, nomás que el trabajo
estaba bueno y quería aprovechar. Me casé en el 62, por
las dos leyes.
Al siguiente año volví
a venir, 63, ya casado, me tocó Yuma, Arizona, a pizcar la lechuga;
allá es más duro el trabajo y el calor, no recuerdo cuántos
meses estuve. Total que iba a nacer la más grande de mis hijas,
creo me vendría en marzo o abril, estuve unos 6 meses.
En el 64, último año
que vine contratado, a Aguila Arizona, cerca de Arlen, también
a la pizca de lechuga; estuve poco, porque hubo poco trabajo y empezó
a llover, nos vinimos en tiempo de invierno, estuve febrero, marzo y
abril.
El último año
que hubo contrataciones fue en el 65, cuando muchos desertaron, bueno,
todo el tiempo desertaban y se quedaban, como tenían familiares
emigrados se salían. Un primo, que fue padrino de mi boda, se
vino contratado y desertó, me escribió, que sí
quería venirme de ilegal, como le dije que si, me mandó
la dirección del coyote. Fue la primera vez que me vine así,
me cobraron 150 dólares, llegamos a Tijuana.
Mi primo se quedó
con una prima de mi esposa, que estaba casada con un filipino, ellos
le consiguieron trabajo, porque antes se podía sacar el seguro
fácil, sólo ibas al correo, dabas tu fecha de nacimiento
y te mandaban tu credencial, con eso ya se podía trabajar.
La migra todo el tiempo ha
estado dura, es la suerte de cada quién. El coyote me dijo que
con quien quería ir, le dije:
- Tengo un cuñado
en tal parte.
Ya estaba emigrado.
- Digan cuánto dinero
traen, el que no traiga dinero dígame, también puedo llevarlo,
tengo con quien llevarlos.
Todos hablaron y llegaron
a un acuerdo.
- No quiero que me paguen
con cheque, quiero en efectivo y si no quieren ir con familiares yo
tengo a donde llevarlos, ahí les doy chance que le manden dinero
a su familia, a mí nomás me dan un abono y cuando acaben
de pagar yo mismo los cambio con sus familiares si gustan.
El coyote les daba trabajo
en algún lugar, tenía rancheros que le pedían gente,
él los acomodaba, era un negrito que hablaba bien español.
En esa ocasión iba
con uno que se casó con una prima, ese primo ayudó a dos
conocidos de Nayarit, como andaban fracasados y no podían pasar
se unieron con nosotros, le hablaron al negrito de todos sus problemas
y se los trajo sin centavos.
Nos pasó, primero
estaba la conexión, nos pasaban por Cacoma, la hechicera, y caminábamos
media hora, llegaron por nosotros en un pick up, la conexión
era un guía que vivía cerca de la frontera, ese día
íbamos 17.
Nos pasó en una de
esas para caballos, bien cerrada, no entraba aire, luego, cuando estábamos
esperando dijo el guía, que era del ejército:
- Acuéstense todos
porque pasan muchos carros y no los vayan a ver, aquí hay más
peligro.
Como traiba el uniforme del
ejército, pues parado, pasaban carros y lo veían, uno
de los que habíamos agarrado de la sierra no le puso, sin querer,
un codazo en las puras narices, y que va diciendo:
- ¡A hijos de su re...
ya me madriaron!.
Lo salvó que en ese
rato llegó el negrito, ya que pasó el peligro nos sacó
y nos metió a la camper, se hizo a un lado del free way, ya que
estaba esclareciendo nos vinimos.
Llegamos a Fresno, pero antes
de llegar se paró y sacó a uno que se había ido
de trampa y le dijo:
- Mira, ¡hijo de la
chingada!, me dan ganas de matarte como a un perro, porque tú
quieres ser más listo que yo, me hubieras dicho y te guardo el
lugar, te paso porque eres más coyote que yo.
Nos llevaron a un lugar donde
nos escogían como si fuéramos animales, era en Fresno,
ahí van los rancheros porque tenían su contacto, decían:
- yo quiero 4
- yo quiero 3.
- yo quiero 2.
- yo quiero 1.
Querían que me fuera
con un ranchero y les dije que no.
Estuve en Fresno tres meses,
se terminó la uva, le acabamos de pagar al negrito y de ahí
nos llevó con la pariente, nomás estábamos mientras
pagábamos lo del coyote, también porque se terminó,
porque si hubiera seguido habiendo trabajo ahí nos hubiéramos
quedado, pero es que los rancheros y la migración está
de acuerdo, por ejemplo, ya cuando se va a terminar la cosa llega para
echarlo fuera a uno, así era antes, se ponían de acuerdo
los rancheros y la migra.
Me llevó a Arroyo
Grande, California, cerca de Santa María estaba la prima de mi
esposa, la que se casó con el filipino, él nos consiguió
trabajo, ahí duré dos meses porque era en tiempo de invierno,
sacaba bien poquito, apenas para comer, además me agarró
la migra, me acuerdo que llegó en la noche, pienso que fue un
reporte de alguien porque llevaban la lista de los que habíamos
y hasta los nombres; llegó, como a las 4 de la mañana,
aluzando y todo, entonces le dije a mi amigo, el de Colon:
- Se me hace que llegó
la migra porque ahí andan con reflectores. Me puse los zapatos,
me cambié, de un repente oí, como que se pusieron de acuerdo
y bloquearon todo, estábamos todos en diferentes cuartos por
lo mismo, uno dijo:
- ¿Saben qué?,
es la migración y abran las puertas porque no se van a escapar.
Llegó uno con nosotros,
le dio puntapiés a la puerta, cuando dio el segundo se abrió,
nomás que nosotros corrimos a la misma ventana, al que estaba
dormido la misma puerta lo cubrió y se salió a raíz
y corrió, nosotros nos descolgamos por la ventana queriendo brincar
cuando los de migración nos agarraron y nos pusieron las esposas;
mi primo se andaba forcejeando, era muy corajudo, le metieron un palazo,
entonces dije:
- Quiero ir a traer mi ropa,
la tengo en el closet.
- Tú ya tienes mucho
tiempo aquí.
- No, poquito.
- Pero cómo, si tienes
ropa alzada, ya tienes hasta novia.
Dijo eso por que esa noche
habían ido unas mujeres, iban a los campos a visitarnos.
- Ahorita que venga el jefe
de nosotros tú le dices, si él te lleva, bueno.
Cuando llegó el jefe
le dije, me quitó las esposas y me llevó, me llamaba ahí
Salvador, luego me preguntó.
- ¿Cómo cuántos
había Salvador?
- No sé, creo que
como algunos diez, tengo poquito que llegué, como unos tres días.
- ¿Pero como tres
días?, ¡si ya tienes ropa acá!
- Pues si, ni modo que no
fuera a traer de México.
- Esta bien, pero estás
echando mentiras.
Ahí fue cuando me
enseñó la lista de todos; hasta me platicó de mí.
- Mira Salvador, cuando yo
llevaba a uno aquí de la mano veo pasar a otro, por querer agarrarlo
se me soltó el primero, no agarré a ninguno - y riéndose,
me dice - tú tuviste mala suerte.
No nos trataban mal, asegún
como se portara uno, esa vez nos metieron en Santa María porque
eran los emigrantes de esos que hay en Texas, muy duros, nos metieron
a la cárcel, esa vez iban a checar mucho, hasta que echaran limpia
lo más que pudieran. Fue la única vez que puse las huellas,
nunca las había puesto antes, de ahí nos llevaron a Oxnard,
dormimos nomás unas horas, acabaron de llenar el lugar y nos
llevaron a Chula Vista. Cerquita de San Isidro dormimos y otro día
nos llevaron al Centro California, estuve tres días, de ahí
nos llevaron en avión al Paso, Texas.
Era siempre prevenido, por
eso siempre cargaba de perdida unos veinte dólares, con eso la
hacía en cualquier frontera que me aventaran, no pues ahí
me puse en paz; en el 67 volví a venir.
Me agarraron en enero del
66, me estuve todo ese año y parte del 67, a fines nos vinimos
porque hubo una exposición para ver a los Dodgers, ya aquí
desertamos mi primo y yo; como no teníamos boletos nos fuimos
a Guadalajara a conseguirlos, y no, que ahí no había,
que viniéramos a Mazatlán, y luego allí que tampoco,
que ya estaba lleno, que no podíamos, ya estando en Mazatlán
nos daba vergüenza devolvernos; por eso nos vinimos a Nogales,
ahí había un familiar de ese muchacho con el que me vine,
se nos ocurrió ver si podíamos sacar pasaporte en Nogales,
Sonora; el familiar nos consiguió todo, sacamos el pasaporte
local, que le dicen, pero no lo dan luego luego, sino que dan una forma
y con ella se puede entrar, pero nosotros tuvimos desconfianza, sí
entramos con la pura forma y nos llegan a torcer nos la quitan, vamos
a perder el pasaporte, pensamos, mejor vamos a esperar, nos regresamos
con esa esperanza.
En mi pueblo me puse a trabajar,
se vino el tiempo en el que se alista para sembrar y mi hermano me dijo:
- No, pues si quieres ya
déjate de andar batallando, al cabo nomás vas, ni te rinde,
ganas centavos, vienes y te los acabas, si quieres mejor ya ponte a
sembrar.
Y por fin me animé.
Tengo tierras en Colon, empecé a sembrar pero estaba el año
bien triste, no quería llover, en eso regresa mi cuñado
y me dice:
- Vamonos, aquí esta
re triste, ni va a llover y te vas a endrograr, mejor vamonos por tu
pasaporte.
Ya se habían pasado
6 meses desde que lo habíamos tramitado; tenía desconfianza
que no me lo fueran a dar, me animé y le dejé la yunta
a mi hermano, el que me había animado a sembrar, me vine con
mi cuñado y otro muchacho. Ellos se vinieron a San Luis y yo
me fui a Nogales a recoger el pasaporte, llegué y me lo dieron,
me regresé a Santa Ana y de ahí le di para San Luis Río
Colorado.
Llegamos a Tijuana y quería
ir a trabajar a donde mi cuñado, a Arroyo Grande, necesitaba
un permiso y mi cuñado andaba escasón de centavos, entonces
me dice:
- Yo me voy a aventar aquí
cerquita un trabajo, 8 días, a ver si mientras hay quien te pasa
o a ver quien te ayuda a conseguir el permiso.
Para eso ahí estaba
la prima, que era esposa del filipino, estaba arreglando papeles en
Tijuana, tuvo que salir para arreglar porque se casó, a los tres
días llega mi cuñado, no había hallado trabajo,
me dijo:
- De una vez anda a ver si
te dan el permiso.
También la prima dice:
- El otro día vino
fulano y en un ratito fue y lo sacó.
Fui, lo solicité y
luego luego me lo dieron, nomás me preguntaron que adonde iba,
dije que a Arroyo Grande, nomás a pasear porque me habían
dado vacaciones, nos vinimos y fui a Arroyo Grande a trabajar, mi cuñado
trabajó un mes, dijo que se iba a ir para el lado de Sacramento,
a Iowa City, a pizcar aceituna, le dije que si podía esperar
a que me dieran otro cheque más y me iba con él, en esa
semana llegó migración y me agarró, mi cuñado
recogió mi cheque, lo ferió y me mando mis cosas.
Ya no volví a venir
hasta abril del 71, mientras tanto en mi pueblo la hacía de albañil
o de ayudante, esa vez ya no fui a la agricultura, me quedé en
Los Angeles. Estuve con un conocido al que mi compadre Jesús
le había dado una carta para que sacara pasaporte él y
su familia, como se acomodaron bien, en agradecimiento cuando fue al
pueblo me dijo:
- Vente cuando quieras, yo
estoy agradecido con tu hermana y tu cuñado que nos ayudaron
y ahora ya nos acomodamos, ahora yo quiero brindarte mi ayuda cuando
quieras ir.
Me dejó el teléfono
y la dirección; vine y pasé con el pasaporte en San Isidro,
de San Diego para acá tuve que pagar para que me trajeran.
Le batallé un mes
para agarrar trabajo, porque de plano no me gustaba el campo, ya me
había enfadado de que luego luego lo agarraban a uno; en la ciudad,
trabajo había mucho, pero de lavar platos o en las tortillerías,
a mí eso no me importaba, porque lo que quería era que
hubiera; un familiar mío, ya retirado, era mayordomo de una tortillería,
al ver que no conseguía me llevó con él, no trabajaba
mucho, cuatro o seis horas cuando más, pero ya con eso me ayudaba.
Al mes de estar trabajando
el papá del vecino, que era de Colon y tenía un restaurancito,
me dijo que ocupaban a una persona, le dije que yo sí quería
trabajar; empecé ganando casi el mínimo, por 8 horas,
además de que me iban a dar la comida, me gustó más,
tenía comida segura.
Me metieron a hacer la talacha,
como la limpieza, pero de ahí ya aprendí y me empezaron
a poner que a hacer la comida, a veces a hacer las órdenes, me
enseñé a todo, trabajé todo el año, esa
vez le pedí al patrón permiso de irme para luego regresar
y tener trabajo seguro; nomás duré un mes y me vine de
vuelta, no, pues entré con mi pasaporte.
En Tijuana intenté
sacar permiso y no me lo dieron, pero tampoco me quitaron el pasaporte,
me pasé y me regresaron, nomás porque vieron la camisa
que traía de Estados Unidos, el emigrante me malició algo,
me nervié y me bajó, me regresaron pero no me quitaron
el pasaporte; volví a entrar, pero esa vez nos vinimos para San
Diego, hasta cerca de San Clemente, donde chequean, llegamos a un motel,
íbamos con coyote, me iba a pasar hasta Los Angeles, pero algún
dedo nos pusieron y llegó migración, nos agarró
en el hotel, era un puertoriqueño el emigrante, como que sabía,
me dijo:
- Dame tu pasaporte.
Le dije:
- No traigo.
Pensaba ponerlo en una carta
para mandarlo atrás, pero como estaba seguro hice desidia, cuando
llegaron de repente lo que hice fue ponerlo en la bota.
Nos echaron a la blazer y
nos trajeron a San Clemente, llegando nos empezaron a investigar, nos
dijeron:
- Saquen todo lo que traigan.
Esculcan porque hay unos
que traen en el cinto el dinero, como nunca me habían cobrado
por sacarme, enseñe todo lo que traía.
- Quítate los zapatos.
Cuando me estaba quitando
las botas que se me cae el pasaporte, en eso que viene entrando el que
me agarró, me dice:
- Verdad que te dije que
sí traías.
- Bueno, como dicen, se ahorco
solo, yo tenía que hacer mi deber, ahora ya lo hallaste, me lo
quitaste, ahora has lo que quieras, ponte en mi lugar a ver que hacías,
si yo fuera emigrante a ver si no hacías hasta más, es
que es lo mismo, ¿no?.
Nos llevaron a Chulavista,
nos echaron en el avión a Guanajuato, pero pagando nosotros el
pasaje, estuve en la cárcel 7 días, porque no nos mandaron
hasta que se llenó el avión, en ese tiempo la hice de
ayudante de jardinero.
La última que fui
me estuve desde el 72 hasta el 74, en ese año se vino un concuño
que ya había venido dos veces, enseguida traje a mi hermano Milio,
a mis cuñados y después se vinieron mis dos niñas,
estaban chiquitas; las trajo la prima de mi esposa, las pasó
como si fueran sus hijas, luego me traje a las dos más grandes,
una ya estaba en primero de secundaria y la otra tenía primaria,
cuando llegaron se metieron a estudiar.
Cuando recién llegué
ya había gente de Colon, viví un tiempo en el este de
Los Angeles, luego me cambié a una casa de mi patrón.
La primera casa en que vivimos
era chiquita, pagaba 58 dólares, estaba sin vidrios y nada más
un cuartito, ahí tenía todo, pero bonito, por eso, cuando
traje a mis hijas, le dije al señor que quería una casa
más grande porque ya venía mi familia.
- No, pues no tengo - dice
- , pero veo que eres buena persona, eres bien, no hay problema contigo,
esta bien lo que dices, te voy a dar una carta de recomendación
para que cuando vayas te la renten.
Renté una enfrente
del restaurante donde trabajaba, duré 4 años ahí,
entraba a las 4 y salía a las 12 de la noche, como había
mucha clientela les ayudaba y el patrón me daba que lechuga,
aguacate, chile, carne, pollo, eso sí, me pagaba poquito pero
era muy buena gente.
En Milton high estaba la
casa, vivimos 5 años, metimos documentos para arreglar los papeles
y nos dieron la carta Silva, con eso ya podíamos trabajar pero
sin salir a México, si lo hacía ya no era válida,
por eso duramos 14 años sin salir; mi esposa volvió a
los 11 pero ilegal, yo no salí porque hice una promesa cuando
me puse muy malo una vez que me vine, le dije a Dios que si llegaba
para acá era la última vez si no podía arreglar
bien mis papeles, arreglamos tantito antes que empezaran las amnistías,
les saqué el seguro social a mis dos hijas más grandes,
a las otras no pude porque eran mayores de edad y estaban casadas, nos
emigramos cuatro, dos hijas, mi esposa y yo, él mas chico no
porque nació aquí.
Dejé el restaurante
porque una hija del patrón me recomendó en la fábrica
donde trabajaba; el problema fue que recién entré a la
fabrica empezó la huelga, no sabía nada, nomás
me dijeron que iba a ver una junta y que nos iban a dar comida y cerveza,
fuimos y sí me gustó más o menos como habló
el señor, si apoyé, nomás dijeron:
- No queremos que se den
cuenta los más allegados, los más barberos de los patrones:
los mayordomos.
Dije:
- Bueno, por qué no
quieren que se den cuenta, de todos modos se van a dar cuenta, es mejor
hablarles, reunirlos para decirles si salimos a huelga y queden en unión.
La verdad no quería
la huelga, apenas estaba entrando a trabajar y ya estaba con problemas
en la compañía, pero sí me gustó, más
cuando dijeron que era para beneficio de la familia.
Se llegó el día
de salir a huelga y salimos, no, pues casi los animé a todos,
nomás se quedaron como unos tres;
Cuando empezó la huelga
nos turnábamos para cuidar la fábrica, hicimos hasta cartelones,
llevé hasta a mis hijos, para aguantar juntamos unos centavitos,
a veces para comer compraba 2 docenas de tortillas de harina y luego,
como me había enseñado a cocinar, hacía tortillas
de harina con chorizo, frijolitos y salsa, burritos y orale, luego un
galón de kool aid y les llevaba a todos; no, pues la gente me
estimaban bien bonito.
Pero pasó una cosa,
también aquí se venden las gentes; en una ocasión
venía un trailer, un sábado que había poca gente,
que era de la Unión, el dueño de la fábrica aprovechó
y lo sacó, pero al sacarlo chocaron, al oír el ruido que
me subo al carro y los demás se suben conmigo, y ahí vamos
siguiéndolo al ferrocarril, se metió y nosotros también,
después pregunté para que me dijeran donde lo habían
parkeado, quería saber para decirle a la Unión, ellos
ya habían mandado a alguien para que fueran a ayudarnos, cuando
llegaron me quisieron regañar y no, yo los regañé,
les dije:
- Nosotros, pobres, malpasados,
peleando por una causa, ustedes muy a gusto en su casa y todavía
vienen a regañarme, pues no.
- Está bien, no te
enojes.
Fueron, vieron el número
de la caja, donde habían puesto el trailer, llegó un policía,
me vio y me preguntó:
- ¿Que pasó?
- ¿De qué?.
Le dije que estábamos
en huelga, que había entrado una caja y que quería saber
donde la habían parqueado, me dijo:
- A ver, ¿tienes papeles
de migración?
Le enseñé el
permiso, ese de la carta Silva,
- ¿Y tus compañeros?
- Son mis amigos de trabajo.
- Está bien, diles
que no se vayan, ahorita vamos a hablar con la Unión.
Fueron y hablaron, en la
noche me agarró la Unión y me llevó a cenar; al
trailer esa noche lo agarraron y lo llevaron hasta el monte, de allá
lo trajeron y lo devolvieron, creo que el dueño le dio billetes
al de la Unión, sino no lo hubieran podido sacar.
Después de un mes
empezó la gente a acabarse al dinero que tenían alzado,
yo ya les había dicho que esto no iba a ser fácil.
- Además, ¿para
que salen a huelga y luego quieren rajarse?.
Pero, el de la Unión
también hizo promesas que no cumplió.
Los últimos días
le dije:
- Esta cosa no va a servir,
vamos a perder, mejor voy a dejar esto.
- No, Antonio, yo ya te prometí
que te voy a buscar un trabajo bueno, pero quiero que estés aquí
porque este es escalón para estar sacando billetes.
Me aumentaron el sueldo,
pero yo quería que a mis compañeros también.
- Porque es lo que queremos
todos: una igualdad.
- Pero no, eso no se puede
- me decía -, ¿por qué tú eres así?,
¿por qué tú no quieres nomás tú?,
deja a los demás, tú vive tu vida.
Y no, pues ya estando aquí
ese es el problema que he venido teniendo en toda mi vida, porque a
mi me gusta que haya una igualdad y, donde quiera que haya favoritismo
o racismo, no estoy de acuerdo, es duro.
Perdimos la huelga, me metieron
y a los poquitos días me sacaron; desde entonces, me acuerdo
que fue cuando entró Reagan, me acomodé donde estoy ahorita:
limpiando aviones.
No trabajamos directamente,
sino que la compañía hace contrato, así se benefician
todos, menos nosotros, porque la compañía dice: te voy
a cobrar tanto, digamos a 8 o 7 dólares la hora, a nosotros nos
la paga a 5 o 6, ahí esta haciendo negocio con nosotros. La compañía
se llamaba Aline, como empezó a hacer dinero hizo otra y le cambio
de nombre, ahora se llama Analine.
De las veces que fui a Estados
Unidos recuerdo la vez que juré no volver a ir si no arreglaba
mis papeles, fuimos, no me acuerdo bien por donde, pero es en la dirección
de Tecate, en el lado de Estados Unidos, llegamos a una laguna y nos
abastecimos de agua pues íbamos a caminar cuatro o cinco noches,
según como se pusiera el tiempo, de noche cuando hubiera peligro
de la migración, de día cuando no lo hubiera, llevamos
comida enlatada y tortillas.
Hicimos eso para no pagar
coyote, porque el dinero que íbamos a pagar nosotros nos lo íbamos
a ahorrar, creo que en ese tiempo cobraban 250 o 200 dólares,
como mi concuño sabía el camino nos animamos.
Lo malo fue que a mi se me
hincharon los pies porque caminamos toda la noche, y mi concuño
medio se norteo poquito, nos amaneció en el mero peligro, ya
casi clareando nos dormimos y fue cuando empecé con los pies
bien hinchados. Empezamos a caminar cuando pardeaba otra laguna, volvimos
a agarrar agua, andaba una avioneta que por mérito nos ve, como
no sabíamos si era la migra o ganaderos de todos modos nos fuimos
recio, oscureció y yo bien de los pies, mi concuño me
dijo:
- Cómo te sientes,
porque vamos a subir un cerro, es muy alto y hace mucho frío,
caminando no hay peligro pero si te caes y nos quedamos allá
nos helamos de frío y nos podemos morir.
- No, pues si quieres mejor
aquí nos quedamos en el arroyo.
¡Un frillasazo!, en
la mera sierra un coyotito allá andaba aullando; en la mañana,
no, pues bien tieso, todo el manto, como hacen las plantas de salvia,
bien tapado de escarcha de la brisa, nos levantamos y caminamos, no,
como robots, bien tiesos del frillasazo, sin cobija, sin nada, nos fuimos
por una subidita, teníamos que cruzar una carretera, había
un poco de peligro, con cuidado, cerca de un aserradero, cruzamos la
carreterita, nos vinimos por la sierra, se oía que andaban cortando
madera pero no nos veían, a las 9 ó las 10 nos pusimos
a almorzar, hicimos la lumbre y almorzamos, hasta los venados pasaban
cortito.
Caminamos así todo
el día, llegamos a un ojo de agua pero no pudimos comer por el
humo, era de día, nomás tortillas frías, aquí
fue donde mi concuño nos dijo de vuelta que siguiéramos,
nomás descansamos como una hora y le seguimos, seguimos caminando,
pero ahí como que me acabó, ya casi estaba oscureciendo,
ya me dejaban, por no querer cruzar se iban por la vereda, atravesaban
el cerro y yo iba bien más malo.
Íbamos tres, llegamos
a donde estaba una brecha, le dije:
- ¿Sabes qué?,
vengo bien malo, para que los voy a estar entreteniendo, o por mi culpa
los van a agarrar, si quieres vayanse ustedes, nomás dime donde
está el pueblito más cerquita o algún rancho, yo
mañana llego si puedo conseguir un raite para delante, o no si
me agarra la migra, pero me siento muy mal.
Eso le dije, ya no podía,
a veces me agarraba de una varita que traía como bordón,
a veces se quebraba y me iba como robot, ya no aguantaba mi pie, ya
no lo doblaba nada, ya no me cabía casi en el pantalón,
dijo mi concuño:
- Nosotros vinimos juntos
y así nos vamos a ir, vamos a caminar nomás tantito, al
cerro, más arribita, ahí vamos a dormir, mañana
no podemos caminar de día, tenemos que esperar la noche, ahí
chequean, a ver si descansas algo.
Ahí nos quedamos,
descansé todo el día, ya en la tardecita bajamos algo
del cerro, me compuse un poquito, seguimos caminando toda la noche;
pasamos el peligro de donde checaban, ahí volvimos a dormir,
otro día llegamos donde sale un ojito de agua y ponen una tina
y se baña uno y ahí llegan venados y todo... y también
ahí agarra la migración, porque sabían que ahí
hacían paraje. Me bañé y me compuse algo, nos estuvimos
todo el día, comimos y agarramos vuelta la caminada, toda la
noche, pasamos el pueblito de Borrego, bajamos, había de esos
pinos altos, con culebras, agarramos la noche y en el caminos se nos
viene un viento bien fuerte, era como una tormenta de arena que pegaba
bien fuerte, nosotros pasamos, pasó la tormenta y le digo a mi
concuño:
- Deja fumar un cigarro,
sirve que descansamos.
No, pues yo bien cansado
de mis patas, me tire en el suelo, me puse estire y estire la mano y
¡que me voy hallando una coca!, como traíamos sed, nos
la tomamos,
- Seguro si nos morimos,
ni modo, ya sabemos, quién va a decir algo.
La repartimos; caminamos
toda la noche y nomás una partecita de la madrugada, descansamos,
dormimos un ratito y amaneció; caminamos de día, creo
que sería como a las dos de la tarde cuando llegamos a Hanes,
ya lejísimos.
Caminamos 5 noches, más
menos, a veces descansábamos para cargar energía, fuimos
y llegamos a donde estaba una bomba de esas que sacan agua, era el regador,
luego, le dijo mi concuño a un gabacho que no hablaba español
que si conocía a fulano.
- Oh si.
Le dije que iba enfermo,
que iba un poco malo, que no habíamos comido, que teníamos
como dos días, casi tres sin comer; y es que sí llevábamos
tortillas pero como se enlamaron y, como tomaba pura agua y para acabarla,
yo que la quería devolver, primero comía una tortilla
y luego tomaba agua, como que andaba muy mal, muy débil.
Y no, ya habló con
fulano, el gabacho le puso algo de más, como que exageró,
nombre llegó volando aquel que conocía a mi concuño,
- Me dijo el gabacho que viene uno bien enfermo.
- Le dijimos así para
que te hablara, sí viene un poco mal pero no, pero sí
venimos con mucha hambre, llévanos a tu casa.
- Es peligroso, pero ni modo,
tengo que llevarlos.
Fuimos, compramos leche y
galletas y les dije:
- Vamos comprando un seis
de cervezas.
Yo traía como 50 dólares,
siempre me gustaba guardar dinero por si me echaban, le compramos otro
seis al ranchero, nos llevó, nos presentó, en cuanto se
fue nos subimos a unos arbolitos, por si llegaba la migra. Tomamos leche,
galletas y una cervecita, después nos metimos a la casa, adentro
había dos personas, nos ofreció comida, uno muy buena
gente.
- No se fijen, nosotros ya
pasamos por esto.
Pero el otro como que no
le caímos muy bien; no eran nada de nosotros, los había
conocido mi concuño cuando venía, como ya había
venido dos veces.
A mí concuño
le dieron trabajo haciendo una zanja, duramos tres días, comíamos
frijol, harina, a veces cocíamos frijoles y papas, me fijaba
en mi concuño, hasta quince tortillas de harina se comía,
yo también, pero siempre me agüitaba por el otro señor
que no estaba muy de acuerdo. De ahí le habló mi concuño
a un señor a ver si iba por nosotros, para mala suerte andaba
mal el tal señor.
- Ni modo, si no vienen tenemos
que ir, tenemos que echar una caminada hasta Hanes, es una noche todavía
de camino.
Yo le decía a mi concuño:
- Espérate a ver si
vienen.
Dije eso porque le tenía
miedo a la caminada, todavía no me aliviaba de mis piernas, y
eso que me ponía fomentitos que yo me hacía, machucaba
ajos y luego sacaba agua de la pompa, luego lo revolvía y me
lo ponía, no, unas ampollonas que se me hicieron, me quemaban
y siempre abotagado, pero poco a poco se me fue quitando; por fin fueron
unos muchachos, hijos del señor, fueron por nosotros, pero por
25 dólares nos iban a traer a cada uno a Los Angeles. Nos trajeron,
llegamos a su casa, nos dieron de comer, me acuerdo que cuando íbamos
llegando el carro empezó a fallar, en cuanto llegó a la
gasolinera dije:
- ¡Hay Dios Mio!, ya
de ganado no nos vayan a regresar.
- Donde yo había estado
antes allí nos dejan, allí ya vemos para cuando llegué,
en el 74, fue un hermano de mi suegro, que vive en el monte, me preguntó
que si me quería ir con ellos, que había chansa de trabajo
en la construcción; me fui y hablaron con un conocido para ver
si me daba trabajo, en la noche le hablaron al tío de mi esposa
a ver si me conseguía trabajo con un señor que tenía
caballerizas.
- Si quiere, voy compadre.
Le dije.
- No, no compadre, es un
judío, te va a dar cualquier cosa, cuatro o cinco dólares,
y te va a matar todo el día.
- No le hace, yo lo que no
quiero es estar aquí de balde.
Fui, no, pues allí
le anduve limpiando un montonón de milpa ya casi espigando, limpié
todo eso, ya casi a mete sol me trajo, pensé que por todo el
trabajo que había hecho, de menos me iba a dar 15 dólares;
me daba 8 y feria, como no traía para darle cambio me dio 7 dólares,
llegué casi a oscuras a la casa, dijo mi compadre:
- ¿Cuánto le
dio compadre?.
- No tiene caso.
- Te dije compadre que es
un judío.
- No, pues a mi me sirve
lo que me dio.
Al otro día viene
el de la construcción y me llevó a trabajar, me pagaba
20 dólares, aparte me daban de comer. Trabajé un mes,
porque cuando llegué le dije a la hija del patrón que
había venido, que le dijera a su papá que si había
chamba que me diera trabajo.
En la construcción
la huelga empezó el día que me habló el patrón
para que fuera a trabajar con él, tenía miedo de la huelga
porque se mete uno en problemas, le quitan a uno el trabajo y también
te pueden reportar con migración, yo apenas había llegado
y estaba sin nada. Pero como ese mismo di me hablaron, pues, ¡bendito
sea Dios!, como que Dios me iba ayudando, me vine y me puse a trabajar
en el restaurante, dure 4 años, durante ese tiempo no fui a Colon.
Cuando recién entré
al restaurante me dijo la tía de mi esposa:
- Trae a tu familia, a Teresa;
porque juntas centavos, te vas y luego allá se te acaban y es
cuento de nunca acabar, mejor manda por ellos.
En esos días estaba
por aliviarse mi esposa, en agosto o septiembre mandé dinero
para que se pusiera una muela que le faltaba:
- Si quieres ponerte las
muelas, póntelas, o si quieres mejor venirte.
No, pues que se animó.
Llegó en el 74.
Se vino con el cuñado
de un compañero de trabajo que pasaba gente, me gustó
por conocido, porque siempre hay problemas y más con las mujeres;
le mandé dinero, ¡y que se viene sola y embarazada!, en
eso que se viene también la esposa de mi concuño sin decirle
a él nada, nomás se vino, aprovechó el viaje. Pero
hubo en chequeo en San Clemente, estaban checando carro por carro; no,
le tocó la de malas, ¡que las agarran! y luego éstas,
pues bien derechas; cuando les preguntaron quien las había traído
dijeron que nomás les habían dado raite, de ahí
no las sacaban, las castigaron, estuvieron 14 días en San Diego,
pero, como el que los pasó traía otro chavalo, de a tiro
nuevo, como de 16 años, se nervió y lo denunció
que venía pagándole, y éstas, tercas a que no,
por eso las castigaron, las soltaron y las echaron para fuera, les quitaron
mi dirección y teléfono.
Cuando salieron andaban queriendo
ver si me hablaban por teléfono en la central camionera de Tijuana,
pero no se acordaron del número, cuando una señora les
preguntó que sí querían pasar, ellas le contaron
lo que les había pasado:
- No, yo las llevo, no tengan
pendiente.
- Pero ya no nos acordamos
ni de la dirección ni el teléfono.
- Pero, ¿cómo
se llama la calle?
- Pues la Oregon.
Y es que la calle es como
un bloque y se corta, es muy difícil, no es muy conocida; yo,
en ese tiempo, cuando hablaban mis hijas yo llamaba a migración,
a Chulavista y nada, entonces en migración dijeron que la tenían
en la cárcel, le estaban haciendo corte y todo, entonces yo bien
desesperado, como loco, hablaba mi familia, mi hija:
- Y mi mamá, ¿ya
va a llegar?.
- Se le ha de haber puesto
muy trabajoso, ya va a llegar.
- Y ¿cuando va a llegar?.
- En estos días.
Decía esto para en
un momento dado no se preocuparan; entonces, fue como un milagro, la
señora esa las pasó y las trajo sin tener dirección
ni teléfono, nomás la calle, la encontró y cruzándola
vieron a la esposa del señor donde estaba yo, !un milagro!
Buscando la calle vieron
a la señora, sino que se hubieran ganado con encontrar la calle,
sin número, dirección y sin nada, buscando hallaron la
calle, vieron a la señora y llegando yo, andaba como loco en
ese tiempo, había huelga de los buses, nomás había
un azul de montebello y tenía que caminar bastante, como dos
millas para ir a trabajar, ese día andaba desesperado, como loco,
pensando, llegué a la casa y el señor donde estaba, le
gustaba vender ropa y telas, llegué y le ayudé a meter
un cartón de telas y me dice:
- ¿Sabes qué?,
ya llegó la esperanza, tuve noticias de tu gente. Me dio gusto
y también susto.
- ¿Que pasó?
- No, pues ya que por ahí
vienen.
- ¿Como por ahí
vienen?
No, pues ellas ya estaban
ahí en la casa, escondidas, y él todavía haciéndome
sufrir.
- Ven, te tengo un regalo.
Me llevó al cuarto
donde estaba mi esposa y mi cuñada, no, pues un gusto, en ese
rato luego luego la llevé a la tienda a comprarle ropa y todo;
luego hablamos a México para que no tuvieran pendiente, la llevé
a la clínica y no querían atenderla, la checaron bien
y todo estaba normal, el niño nació muerto, era el primer
hombre después de 7 mujeres.
Aquí en Estados Unidos
hay de todo, pienso que los únicos que no los educaron sus papases
a las costumbres de México, no les enseñaron los sacrificios
que se hicieron, esos son los que más se rebelan contra nosotros
los mexicanos, son los que piensan que estamos invadiendo, o que somos
un estorbo, que les estamos quitando el trabajo; los negros, por ejemplo,
hay unos buenos, que comprenden los sacrificios que haces, por ejemplo,
éste hijo mío, cuando llegue a grande y yo no esté,
o que me muera, entonces le explico todos los sacrificios que se hacen,
porque venimos y, todo él, aunque haya nacido aquí, o
llega a tener un carro, o un puesto alto, en vez de maldecir va a tener
que hacer algo por su raza, por su gente, como muchos lo hacen, muchos
que están en el congreso, que ya están en puestos grandes,
lo hacen por ayudar a uno, hay organizaciones que ayudan, no nomás
a los mexicanos, sino a todos los latinos, pero es cierto que hay unos
que están a la contra. Se dice que los chicanos, a pesar de ser
de la misma sangre, son muy malos con los propios mexicanos.
En cuanto a los gringos,
sobre discriminación, hay más con ellos, sí te
dan tu lado pero porque estas dejando beneficios, pero ellos siempre
van a estar arriba, es mi modo de pensar, bueno, también nosotros
los latinos, los cubanos se creen superiores, casi todos los latinos
se sienten superiores a los mexicanos, porque ellos dicen, aunque no
hayan ido a la escuela, que tienen bachillerato, porque a nosotros los
emigrados siempre nos gusta decir de más, la verdad somos sufridos
y aguantamos, hasta cierto punto, cuando nos llenan hasta el cuello
ya no.
Por eso cuando nació
el niño que se me murió, le pagué todo al condado,
4,000 dólares, cuando acabé de pagar les exigí
una carta donde me dijeran que yo no le debía nada al gobierno,
porque muchos nos critican que somos una carga para Estados Unidos y
yo no quiero ser ninguna, por eso quería esa carta; me acuerdo
que cuando la pedí se me enojó un moreno; hay muchas personas
que porque ya pagó el condado no lo pagan, eso está mal
porque nosotros en nuestro México, en nuestra nación,
si tienes dinero te curan y si no tienes te dejan morir y en ese sentido
si estoy bien a gusto.
Además de que el gobierno
les da mucho apoyo a los niños, pero al mismo tiempo no estoy
de acuerdo, porque si los niños son listos, uno los quiere educar
más o menos en sus costumbres y a veces se rebelan o van y dan
la queja, luego viene la policía y lo investiga a uno y no voy
de acuerdo en esto, la educación debe ser asunto mío,
pienso porque ahorita con los míos no me quejo, pero ya no están
igual como cuando yo; les dicen una cosa, ya les repelan; le contestan
a uno; bueno también en México cuando es uno grosero,
pero ya va disminuyendo mucho, por ejemplo, allá está
uno en la escuela, sus padres lo enseñan a uno desde chiquillo
a trabajar, eso muchos lo toman a mal y es una cosa bien porque esta
uno preparado para enfrentarse a la vida, por ejemplo, si yo me muriera
el gobierno si va a mantener a mi hijo, pero no le va a dar nada gratis,
cuando crezca y trabaje se lo va a descontar, en México la misma
carencia hace que la gente se haga más responsable; digamos,
estás estudiando y en vacaciones tu mismo buscas trabajo, aquí
también, pero no puedes trabajar si no te dan permiso en la escuela;
en México, aunque estén chiquillos ya se van preparando
para, en caso de que fracase el matrimonio o sus padres los dejen o
un accidente, para enfrentar a la vida y aquí es lo que no.
Mi mente es esperar, tengo
50 años, a ver si aguanto hasta que empiecen a darme mi pensión,
a los 62; pienso irme a México y trabajar en alguna cosa, para
no depender del salario, porque eso es lo malo, casi no hay plazas y
si las hay gana uno bien poquito; aquí, en Estados Unidos, más
o menos está balanceado el sueldo con la comida.
También hay libertad,
pero según depende para lo que la quiera la gente, porque hay
gente que, por ejemplo, no puede tener el estéreo a todo volumen
porque llaman a la policía, no puedo tampoco tomar en la calle
porque me levanta la policía; hay veces que quieres tener fiesta
y vas y pides permiso, y pues hasta las 10 las 11 te lo dan, ya sí
de ahí para adelante te pasas te llaman la atención, yo
pienso que es correcto, porque a quien le va a gustar que tú
tengas el gusto y estés gritando y aquella gente va a trabajar
o esta enferma o quiere dormir a gusto.
En eso sí estoy de
acuerdo, porque la gente esta acostumbrada a hacerlo en México
y quiere hacerlo aquí, y eso no se puede.
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