Uno solo no hace nada*

Héctor Liñán es originario de Villa Guerrero, Guanajuato, al igual que su esposa Andrea. Ambos estudiaron hasta sexto de primaria. Los dos vivieron y trabajaron en Chicago y dos de sus hijas nacieron allá, las otras dos nacieron después en México.

Como fruto de su esfuerzo y trabajo en Estados Unidos Héctor pudo instalar una lonchería que es atendida por dos empleadas y un taller de fabricación de tenis, que cuenta con 20 trabajadores.

Un sábado por la tarde, después del fin de su jornada, se le planteó la posibilidad de entrevistarlo. Nos invitó a pasar a un cuarto que sirve de bodega y oficina; ahí, emocionado, sacó el recorte de un periódico, en inglés, que estaba bajo el cristal que cubría el escritorio. Era un texto de un cuarto de página, con una fotografía grande en la que aparecía Héctor y su patrón en la cocina de un restaurante, con un suculento platillo griego en las manos.

Se sentó. Y cuando comenzó a explicar el significado de la fotografía, los ojos se le humedecieron, se llevó las manos a la cara y sólo pudo decir que se emocionaba mucho al recordar su vida en Estados Unidos.

* Entrevista realizada por Víctor Espinosa A., el 27 de abril de 1991 en Villa Guerrero, Guanajuato.


Para mí, la parte fundamental de la vida es que uno de chico se va forjando a base de consejos. Mi padre siempre me dio muchos. El día que yo me fui a Estados Unidos tenía 18 años cumplidos, recuerdo que tres o cuatro compañeros se iban a ir conmigo, a la mera hora se echaron para atrás y no quisieron irse. Yo me tuve que ir solo, sin conocer, nunca había salido de Villa Guerrero. Recuerdo que llegué a Tijuana y sentí que no era muy diferente de mi tierra. Al salir del hotel comencé a buscar las calles que me indicaron para conseguir al famoso coyote, comencé a toparme con negros, con gringos y dije: a cabrón se me hace que ya ando en Estados Unidos, me empecé a cohibir, no me atrevía a preguntar donde andaba, me confundí todo. Pero había salido de mi tierra solo y sabía que no habría nadie para ayudarme si no le buscaba, así que me metí a una tienda de ropa y pregunté por el domicilio que andaba buscando. Estaba muy cerca. El domicilio que me había dado mi contacto allá en Chicago, era el "Hotel Florez". Pregunté por el señor que me habían indicado. Salió y me preguntó quién me había recomendado, le dije, me invitó a pasar, me ofreció de tomar y de comer. Ese era su negocio, pero de todos modos me atendió muy bien.

Todo lo que sabía de Estados Unidos, lo sabía por lo que platicaban mis amigos, me hablaban de que la vida era alegre y se disfrutaba más. Pero pienso que eran personas que solo iban a divertirse, que se aburrían de su pueblo y se iban. Porque aquí en Villa Guerrero siempre ha habido trabajo, yo siempre he trabajado desde los 7 años, a esa edad trabajé como cantinero y luego como dependiente de una tienda, los dos negocios eran de mi padre.

Cuando íbamos a salir a San Diego, mi primer gran sorpresa fue ver tanta gente, aquello se me hizo muy raro, como si fuéramos a una peregrinación que iba a cruzar por los cerros. Éramos un grupito donde había gente de Michoacán, San Miguel Allende, Zacatecas y uno de Guerrero; el señor del hotel ya tenía su grupito de salida. Después de cruzar el primer cerro, llegó un carro y, el señor que nos conducía, dijo que los que traíamos dinero nos lo metiéramos a los calcetines porque había llegado la judicial, yo no me metí nada y me dijo: te estoy hablando muchacho. Pero no traí nada, me quedaban cinco pesos. Por eso creo que desde el principio corrí con suerte; porque si en la primera entrada me truenan yo no se que hubiera hecho, no hubiera podido regresar y ya no tenía para comer. Llegó la judicial, preguntaron a donde íbamos, comenzaron a quitar dinero, cuando llegó mi turno me dice uno de la judicial:

- Y tú cabrón, ¿con cuanto vas a cooperar?.

- No la frieguen, traigo nomás cinco pesos.

- ¡Uh vale!, pura chingada, quédate con ellos.

- Gracias.

Pasamos sin dificultades, al poco tiempo nos recogió un carro y nos llevaron hasta Los Angeles, llegamos como a las tres de la mañana, sin problemas, a una casa donde una señora me atendió muy bien, me preguntó si me quería bañar, me ofreció de comer, le dije que traía mucha hambre, que sí podía me trajera tres hamburguesas, de esas grandes que hacen en Estados Unidos y de las que tanto me habían platicado, los demás soltaron la risa. Mientras me bañaba me las trajeron, no me las pude terminar, estaban muy grandes. Estuve tres días en esa casa, era del coyote, siempre fui bien atendido. Claro, la buena atención me la estaban cobrando, iba incluida en los 500 dólares que costaría me llevaran hasta Chicago. Al tercer día nos fuimos en un avión de lujo, un Delta, ni la creía. Me compraron un traje que me quedó algo chico, parecía cantinflas. Subimos al avión y nos sentamos en las primeras filas, junto a la televisión, desde entonces no he vuelto a subirme a un avión de tanto lujo. El avión iba de Los Angeles a Chicago; era en el mes de abril, hace exactamente 15 años, en 1976.

Llegamos a Chicago, un aeropuerto grandísimo, una chulada, parecía que llegaba a otro mundo, a otra vida, sentí una sensación de que sí la iba a hacer. Pero, durante la primer semana, fue todo lo contrario, recibí mi primera frustración. Llegando al aeropuerto ya nos estaba esperando el coyote principal, parecía la cabeza del que me llevaba y de todos los demás que me habían pasado, le decían "El Rojo", un muchacho michoacano, pelirrojo de nacimiento. En cuanto lo vi me dirigí a él, nos reconoció de inmediato, ya sabía como íbamos vestidos.

- ¿Tu vienes de Los Angeles?.

- ¿Y tú eres "El Rojo"?.

- Síganme.

Nos llevó hasta un carro, un cadillac de lujo, salimos del aeropuerto y nos pidió las direcciones. A los demás les fue bien, llegaba, los entregaba e inmediatamente le pagaban. Yo provoqué más dificultades porque, cuando llegamos, los muchachos con los que iba no estaban en la casa. Llegaron a las 7 de la noche. Mi primo político inmediatamente le pagó todo. Es un muchacho que me dice cuñado porque mi papá crió a su esposa desde muy chica y nosotros la veíamos como hermana. Mi frustración empezó desde que entré a la casa, me dice: pues Héctor, ya estas aquí, cuantos cabrones no quisieran estar en tu lugar, tu ya lo lograste, estas ya en Chicago, ahora lo difícil va a ser encontrarte trabajo. Eso fue lo que no me gustó, porque antes de que me fuera nos habíamos visto y me aseguró que habría trabajo en cuanto llegara. Yo aquí estaba trabajando muy bien con mi papá en el comercio, tenía las puertas abiertas en muchos lados, hasta había un comerciante de México que me decía:

- ¿Qué vas a hacer para allá Héctor?, mejor búscale aquí, nosotros te ayudamos a poner una tiendita de abarrotes, es más, te pagamos la renta y tu nomás vendes la mercancía.

El de la cerveza me decía:

- ¿quieres una cantinita?, te la ponemos.

Tenía buenas relaciones con la gente, por mi papá y porque siempre he sido muy luchador, me gusta trabajar y me gusta el comercio. Yo, la verdad, no sabía qué hacer; le dije a mi padre que me ayudara a decidir, me dijo: tu decídete, yo te dije que a partir de los 18 años iba a interceder por ti en caso de que anduvieras por mal camino, yo no quisiera que te fueras pero tu decide tu destino, yo te apoyo en todo. Decidí irme a Estados Unidos.

Recordaba todo esto por que pasó una semana y nada que me conseguían trabajo, pasó la segunda y nada, encerrado todo el día en la pinche casota cabrona, solo, ¿que hacía?, pues llorando, para que te digo que no, me arrepentía de haber dejado mi tierra nada mas por la ilusión del Norte, uno se va enamorado de su novia, mi esposa era mi novia en aquel tiempo, cuando llegaba la noche pensaba: mejor anduviera allá en mi barrio de Santa Rita o en El Llano, donde iba a ver a mi esposa, a que chingados me vine para acá; todavía no sabía todo lo que me esperaba, pero, en ese momento eso era lo que sentía. Para colmar la frustración que tenía llegó el día que hubo un pleito en la casa, entre mi "cuñado" y su hermano Ambrosio, porque yo estaba ahí, había salido a la tienda y cuando iba llegando escuché que estaban discutiendo, no entré, me quedé cerca de la puerta y alcance a escuchar cuando Ambrosio le reclamó a mi "cuñado":

- Bueno, ¿para que trajiste a Héctor?, ¿crees que le hiciste un bien al haberlo traído?, cuantos hijos de la chingada no quisieran estar aquí en Chicago, es un lujo que ande aquí en Chicago.

Pensé:

- ¡Mira nomás!, ¡qué cabrones serán éstos!,

Mi primo no me defendió nada, al contrario, su hermano fue el que más me apoyaba. Me esperé a que terminaran y entré a la casa. A la siguiente semana fue Ambrosio el que me dijo:

- Mira Héctor, te voy a conseguir trabajo pero te va ha costar 100 dólares que le vas a pagar al señor con el que te voy a llevar, el te va a dar trabajo, pero de tu primer sueldo te va ha rebajar esos 100 dólares.

- Cuanto antes mejor, porque yo no estoy acostumbrado ha ser carga de cabrones, no me gusta que hablen de mí, siempre me ha gustado trabajar y gastar lo que yo gano.

Fue un domingo cuando llegó el señor, un tal Pancho.

- On'ta por ahí el muchacho.

Era un hombre de Hidalgo, que me cae gordo el hijo de su chingada madre, ¿para que decir que no?.

- Aquí esta.

Dijo Ambrosio.

- Dile que se venga porque ya hay trabajo.

A mí las personas que me cayeron más mal fueron los mexicanos que conocí allá. El cabrón éste me llevó a una casa, me dejó en un pinche rincón y él se metió a comer y a descansar muy a gusto. Pero como yo no me se dejar y siento que soy valiente, me metí a su casa y le reclamé:

- Tú dijiste que me ibas a llevar a trabajar, no que me ibas a traer aquí a verte gozar.

- Pérate muchacho, ¿pués que prisa llevas?, después te vas a aburrir de trabajar.

- No, a mí lléveme a mí trabajo, prefiero estar seguro.

Uno de sus hermanos me llevó a un lugar cerca, en el estado de Indiana. Era el negocio de unos griegos, me atendieron muy bien: - ¡Hey mecsicano!, le gusta trabajo, aquí mucha comida para mecsicano, pero a patrón le gusta que mecsicano trabaje.

Estuve tres semanas lavando platos. Comparado con lo que ganaba en el pueblo se me hizo bien pagado; ahí, casualmente, un compañero de trabajo resultó ser hermano de Ambrosio, el que indirectamente me consiguió el trabajo, le platique como había llegado, me dijo que de haberse enterado él se habría ganado esos 100 dólares. Estuve tres semanas porque el se salió y me animó a salirme.

El último día que trabajamos, el salió primero y yo después, ese día me perdí, a causa de no saber inglés y por no saber moverme por mí mismo en otro país. No supe bajarme del camión en el lugar indicado, me confundí, y para colmo era en un barrio negro. Como se hablaba muy mal de los negros pues me asusté.

- ¡Hay Dios mío!, que no me maten estos cabrones.

No me pasó nada; encontré una escuela y me metí, me acerqué a los maestros diciendo:

- My no english.

Hasta que fueron por una maestra que era Puertorriqueña,

- ¿Eres mexicano?.

- Si.

- ¿Que andas haciendo?

- Ando perdido.

- ¿Donde vives?.

- Por la calle Houston.

Estaba solo a unas cuadras, pero andaba tan aturdido que le pedí que me acompañara. Llegué muy triste a la casa, ahí estaban los muchachos haciendo mala cara, como diciendo: ahí viene otra vez esta carga cabrona; le llamé a Pancho, le dije que me había salido del trabajo y que fuera por mi, me llevó de nuevo a Indiana, a Harbor, y me presentó con otro griego, del que después fui amigo, ese me recibió diferente:

- ¡Hey cabrón?, aquí se va ha trabajar, queremos que te levantes temprano, y no hay casa, aquí la gente duerme arriba de los refrigeradores.

No importaba, lo que quería era trabajar, además, cuando salí de la casa donde estaba decidí que ya no volvería. Aguante nada más una semana, trabajaba de 6 de la mañana a 8 de la noche, nos bañábamos en una especie de lavabo grande donde poníamos las cacerolas; dormíamos arriba de unos refrigeradores como de carnicería, con todo y el ruido del motor, es un decir porque con el run run del motor por un lado ¿quién iba a poder dormir?, ahí trabajaba un polaco, Erik, lo odio con toda mi alma cada vez que lo recuerdo, en la mañana, cuando me levantaba, llegaba y se carcajeaba:

- Mecsicano, ¿durmió? run run run.

Yo decía.

- Hijo de tu pinche madre, ya me desquitaré.

Después el destino me lo concedió. Aguante nada mas una semana porque yo no me consideraba un animal, un día agarré el teléfono y enojado le llamé a Pancho, le dije:

- Oye, ¡como serás un hijo de tu chingada madre!, yo te pagué 100 dólares para que me consiguieras trabajo, no para que me trataras como un animal.

Lo amenacé.

- ¿Qué no estás a gusto ahí?.

- Pues que crees, ¿que soy de piedra?, al trabajo no le saco, lo que quiero es poder dormir y descansar.

Me pidió que le pasara al polaco al teléfono, hablaron todo en inglés, no entendí nada. A la salida del trabajo me estaba esperando el polaco, me dijo que había trabajo para mi en otro lado, me llevó a Calumet City, con el patrón que está en una fotografía que tengo abajo de mi escritorio.

Desde ahí comenzó para mí otra historia, fue a principios de mayo, como en el día de la candelaria. El polaco llegó y me presentó con el patrón, le dijo que Pancho me mandaba. Un señor muy amable.

- Eh muchacho estimado, pásale, pásale,(1) ¿quieres comida?.

Fue lo primero que me dijo, pidió comida para mí, ya que había terminado me dice:

- My le gusta trabajo, poquito clean por aquí y por allá, my no la gusta you mucho malo trabajador.

Le dije que era bueno para trabajar. Tenía como dos meses cuando me di cuenta que el patrón me daba preferencia sobre los otros 5 lavaplatos, me escogía para hacer otras tareas; para ese tiempo me dio por meterme a la cocina, para ver como trabajaban los cocineros, el se dio cuenta y cuando me miraba mejor me salía, tenía miedo de que se disgustara. Cierto día me dijo:

- ¿You le gusta cocinero?.

- Poquito.

- Muy bien, muy bien, my como you, my Grecia para aquí América, my no sabe nada, poquito, poquito, día a día my sabe, you le gusta cocinero, my no problema.

Un domingo me tocó hacer el aseo del restaurant por la noche, ese día llegó el otro patrón, el socio, muy borracho, hizo corte de caja, se metió a la oficina; yo seguí haciendo mi trabajo hasta que con el trapeador, de un golpe, abrí la puerta de la oficina, lo primero que pensé fue que el patrón se había quedado dormido por lo borracho que venía, me asomé y no estaba nadie, lo que había era ¡un pinche montón de dólares!, ¡pero bonito!, nomás para agarrar una mochila, echarlos y vamonos. Yo fui a Estados Unidos a traer dinero y se me presentó la fortuna luego luego, eran 25 mil dólares lo que había, porque los conté y luego intente robarmelos, me los metí a las bolsas y donde pude y dije ¡vámonos a la chingada!, vine por dinero y aquí está la oportunidad; pero el dinero es engañatontos, como luego dicen, no había pensado que no sabía inglés, que no sabía pedir un taxi, me dije:

- Bueno, pues a donde pinches voy,

Y así como los agarré así los volví a acomodar; al siguiente día en cuanto vi al patrón lo agarré de la mano, lo llevé y le dije: - Oye, aquí hay mucho dinero, me expones a que me mate un negro y se lo lleve todo.

El siempre decía que nos cuidaramos de los negros, llamó a un chef de cocina, un tal Hércules, un gringo que hablaba el español como un mexicano, dile a este mexicano que por qué no se fue con el dinero, me dijo:

- El patrón dice que tu eres muy pendejo, que sí tenías el dinero en tu poder, ¿por qué no te fuiste?.

Yo no le iba a decir que sí lo intenté, en cambio le dije que yo no venía por esa clase de dinero, que yo quería dinero producto de mi trabajo; entonces ordenó que me sirvieran un "Tibol State", un platillo especial, para que desayunara con él en la barra, yo no quería sentarme porque estaba muy mugroso, pero era una orden, a cada mesera que se acercaba, por la curiosidad, el patrón le contaba la historia del dinero, la mesera me sobaba el pelo, no sé sí por buena gente o por pendejo. Pero eso fue para mí como una semilla, desde ese momento ya no lavé platos, el patrón llamó a Hércules y le dijo que él era responsable de que yo me hiciera un buen cocinero:

- Este muchacho me cae bien, yo lo enseño a cocinar.

Pues no estoy mintiendo pero, en mes y medio, aprendí a cocinar, sin saber hablar inglés ni griego. Al poco tiempo comencé primero a hablar griego y un poco de inglés, que me enseño una mesera italiana que se llamaba Rosi y que después fue mi novia. Yo me sabía líricamente los nombres de los platillos pero no los podía leer de las notas de pedidos, entonces ella pasaba a la cocina y me decía lo que era.

Cuando aprendí bien la cocina, muy adentro de mí me fijé una meta, ésta cocina está llena de griegos y la tengo que ver llena de mexicanos, aquí tienen que trabajar puros pinches mexicanos, porque el mexicano no es pendejo, lo que no le gusta es trabajar. Yo considero que los mexicanos somos muy listos, nada más que somos muy holgazanes, no nos gusta matarnos, no nos gusta poner el extra. A mí me costó mucho aprender a cocinar, trabajaba de 18 a 20 horas diarias, me iba a dormir, despertaba, un baño y a la cocina. Yo decía:

- Qué tiene un griego que no tenga un mexicano.

Hasta sentía que yo era mas inteligente, por eso aprendí.

Yo todavía le debía a mi "cuñado" los 500 dólares del coyote, un día por la tarde llegó al restaurant preguntando por mí, Víctor Liñan era el nombre que me había puesto para el seguro chueco; cuando me buscó nunca se imaginó que ya estaba en la cocina, el creía que todavía andaba limpiando baños; le pagué sus 500 dólares y me dijo:

- ¿A poco ya estas en la cocina? ¿que no estabas de lavaplatos? ¿cuanto te pagan?

- 150 dólares a la semana, y no pago renta, ni luz, ni nada. Vivíamos cerca del restaurant, en unas casas que puso el patrón, no la podía creer, y no le dio gusto saberlo. Pasaron algunos meses y un día llegó Erik, el cabrón polaco.

- ¿You, cabrón, de cociñero?.

Soltó la risa y comenzó a burlarse, le habló a mi patrón y le dijo:

- Este cabrón de cocinero, pinche mexicano hijo de sabe cuantas madres.

Mi patrón lo calmó y le exigió que no me insultara. para mi desgracia, al siguiente día entró a trabajar al restaurant, era rapidísimo el cabrón para trabajar, tenía mucha experiencia, le eché más ganas al trabajo, para no dejarme. Un día el polaco se cortó un dedo, desde ese día ya no pudo superarme en la preparación de los platillos, lo cansé, llegó el día en que renunció al trabajo; fue mi mayor triunfo en la cocina.

Había un chamaco mexicano en el restaurant y le pedí al patrón que lo metiera a la cocina, yo me hacía responsable de que aprendiera, el patrón no quería, pero mi palabra ya pesaba.

- Lo metes o me voy de aquí, es más, quiero que un día aquí haya puro cocinero mexicano.

Aceptó.

Erasmo era un muchacho de Aguascalientes, obedecía en todo lo que le ordenaba; a las tres semanas de que había entrado me platicó que tenía un hermano que quería trabajar, lo trajo y logré que el patrón lo aceptara; quedó muy agradecido conmigo. Un día platicamos sobre los papeles y resultó que él sí los tenía y yo no, ni su hermano. Me preguntó como había entrado a trabajar sin papeles, le dije que en Estados Unidos el que quería trabajar, donde quiera tenía las puertas abiertas.

- Además yo vine por esto.

Le enseñé 1500 dólares y le dije.

- Estos son los papeles que a mi me importan.

Así quedó hasta un día en que, tal vez andaba de malas, yo también, y salimos de pleito, lo primero que me echó en cara fueron los papeles:

- Mira Héctor, yo no estoy impuesto a que un pinche mojado me mande.

- Pues yo no estoy impuesto a correr a la gente, pero así como te metí te voy a correr.

- ¡Primero te parto la madre!

Estuvimos a punto de agarrarnos a golpes, pero a mí no me convenía. Fui con el patrón, estaba ocupado, pero aún así entré a la oficina y le dije:

- Quiero que me corras a éste cabrón, me está humillando porque él tiene papeles y yo no.

Eso disgustó al patrón y lo corrió. Le dijo que no quería en su restaurant gente empapelada: quiero puros ilegales, le dijo. En ese mismo momento le pagó y se fue, el otro solo dijo gracias, pero de paso me amenazó y dijo que me iba a acordar de él. Creo que el patrón prefería ilegales porque es un hombre muy humanista, un ejemplo es esa fotografía del periódico, nos la tomaron el día que le dimos de comer gratis a 650 personas que viven en asilos en Estados Unidos, es muy caritativo el hombre. Por la tarde, Genaro, hermano del que había corrido el patrón, llegó muy apenado, pero comprendió y se puso de mi parte; decía que su hermano tenía muy mal carácter; me dijo que tenía un cuñado que quería trabajar, para demostrarle que no tenía nada en contra le dije que se lo trajera, así fue como llegamos a ser ya tres mexicanos en la cocina y dos griegos que todavía nos faltaba de botar a la chingada; el que recién entró me comentó de un amigo cocinero, trabajaba en Harlington Hais, que estaba aburrido de trabajar allá porque estaba solo. También entró, al poco tiempo limpiamos la cocina de griegos; el patrón estaba de acuerdo en todo porque yo era la cabeza de la cocina, además la mano de obra mexicana era mas barata y le convenía. De ahí en adelante el trabajo fue mejor, ya no había quien me señalara, porque todos estábamos de mojados, además todos aceptaban que yo era el numero uno, aunque a veces no muy conformes.

Llego el día en que me propuse hacer mi casa en México, mandé dinero a mi papá y le dije que me comprara un terreno porque ya me iba a venir; pero me llegó una carta de mi papá diciéndome que ya estaba mi terreno comprado pero, no quería que me viniera.

- Si ya compraste terreno ahora acaba la casa.

Fui con el patrón, le platique que quería hacer mi casa en México.

- ¿Cuanto dinero necesitas?

- Préstame 3000 dólares.

Renegando, pero me los prestó. Yo tenía 1500, así que mande 4500 para que comenzaran a levantar mi casa; cada mes le pagaba una parte al patrón y lo demás lo mandaba. Hasta que terminé la casa, fue cuando vine por primera vez, después de tres años en Estados Unidos; me dio mucho gusto ver mi casa, sé que no es muy grande, pero yo vengo de una familia de muchos hermanos, teníamos dos camas para 13 de familia, cuando me fui, dormía en el suelo, teníamos un cuartito al final del corral, donde mi madre hacia las tortillas, me tendía mi petate y a dormir; por eso siempre mi ilusión era tener algo propio. Soñaba con tener una casa propia antes de casarme, se me cumplió. Soñé con comer birria el día de mi boda y se me cumplió. En cuanto me casé me fui de nuevo con todo y esposa, en 1981.

A mí, en Estados Unidos, nunca me hicieron menos, todo lo contrario; era una persona ilegal que a los tres años era buscada por patrones para que les trabajara, mi nombre corrió porque yo era buen cocinero, sabía hablar inglés y también el griego, mi patrón me ofrecía un diploma con el que fácilmente podría trabajar en cualquier restaurante famoso de Acapulco cuando me viniera a México; no me interesaba porque en ese tiempo no sabía que iba a ser de mi vida, es más, para mi fue una sorpresa cuando los clientes gringos comenzaron a saludarme por mi nombre, a la salida me daban las gracias por que la comida les había gustado. Mi nombre ya se conocía. En una ocasión, saliendo de trabajar, me fui a una cantina cercana, la "Ball Fire", me puse bien pedo, salí como a las dos de la mañana bien pedo, iba caminando y que se para la policía, dije:

- Ya valió una chingada, de seguro me van a llevar.

Pero mi sorpresa fue cuando me dicen:

- Hey, Héctor, ¿como te sientes? ¿quieres que te llevemos a tu casa?,

Me llevaron. Por eso no tengo nada que decir de que los gringos me hayan hecho menos; también tuve la suerte de que una muchacha, Yolanda, que era mi novia, me ayudara a pedirle mas salario al patrón, porque así como lo estimo, también tuvo sus partes negativas, en ese tiempo, a mí me pagaba la raquítica suma de 220 dólares semanales, mientras que otros cocineros ganaban 350; ella me preguntaba seguido cuanto ganaba, yo no le decía porque lo consideraba un asunto personal, entre mi patrón y yo. Ella a veces hacía o cambiaba los cheques de los que trabajábamos, decía que mi cheque no pasaba por sus manos; a mí el patrón me daba el cheque aparte, por que no pagaba impuestos. Cuando le dije cuanto ganaba me dijo:

- ¡Ya vez estúpido! ¿sabes lo que gana el cabrón de fulano?, 350, y tú te chingas más que él.

Me dio mucho coraje. La siguiente vez que me pagó el patrón llegué medio cuete, para aventarme mejor, ese día no le hablé en griego, le hablé en inglés, le dije que se estaba pasando de listo conmigo, que yo le respondía siempre con el trabajo y que él no me respondía con la paga; no le pedí 350, le dije que me diera solo 300 o me salía para irme con sus tíos, tenían otro restaurante y me habían ofrecido trabajo; me dijo que me saliera de la oficina, que lo dejara terminar de pagar y que pensara lo que le estaba diciendo, le dije que él era el que lo tenía que pensar, y le aventé el sobre con los 220 dólares. Terminó de pagar y me mandó llamar.

- Bueno cabrón, ¿qué es lo que pretendes?.

- Que me pagues por mi trabajo.

- Pero si tu eres un ilegal, ¡como te pones a exigirme!.

- ¡Pero si hasta has corrido a gente que tenía papeles!, ¡ahora resulta que sí te importa que sea ilegal!, ¡con más razón me largo!.

Cuando me di la media vuelta, me dijo.

- Espérate Héctor.

Y que me jala del brazo.

- Tú ganas, te voy a pagar los 350, pero te quedas y ¡chinguen a su madre mis tíos!, tu no te vas con ellos.

Desde ese día me aumentó, además comencé a salir más con él, le gustaba mucho jugar dinero, me decía que lo acompañara, mientras el jugaba yo tenía que estarle sobando la espalda al cabrón. En algunas de esas salidas me ganaba mas de los 350 dólares, cada que ganaba un juego me daba un billete de a 20 o uno de a 50.

La gente de aquí estaba sorprendida por lo que estaba haciendo con lo de Estados Unidos, después de levantar mi casa comencé a comprar algunos terrenos, todo gracias a mi trabajo, gracias a que me supe relacionar, a partir de que mi patrón me dio a conocer. Conocí licenciados, doctores, ingenieros, el patrón no me presentaba como un trabajador, sino como una persona que era parte de su negocio, así me trataban los que iban a surtir la mercancía para el restaurante, me llamaban por teléfono para ver que hacía falta, si no estaba no surtían; cuando el patrón se iba a Grecia duraba hasta dos meses de vacaciones, yo me quedaba al pie del negocio, mi tarea era tenerlo bien surtido y algunas veces depositar dinero en el banco, el administrador era el que se encargaba de los cheques y los pagos a los trabajadores.

Cierta ocasión, un año antes de entrar la amnistía, se comenzó a realizar una limpia de ilegales, fue como en el 87, yo ya estaba casado, por suerte no estaba cuando llegaron al negocio, ese día había cambiado de horario con Genaro, él había comprado unos papeles chuecos y se los valieron. Cuando llegué el patrón me dijo que me fuera porque andaba la migración, le dije que no tenía miedo, porque si me aventaban para afuera ya tenía de que vivir en mi tierra, además cómo me iba a sentir con todos los empleados, si ellos pensaban que tenía papeles, si no entro al restaurante van a decir que soy un pinche mojado, voy a entrar por la puerta a ver que sale, al entrar las meseras me preguntaron si tenía papeles porque andaba la migración. Total que allá en Chicago nunca me aventó la migra, solo dos veces a la entrada en la frontera. Una vez tuve el gusto de darle de comer a uno de la migración, sin darse cuenta le dije que era ilegal, diario iba a comer en la barra y convivía con los clientes, ese día platique con él de la migración, decía que había la orden de hacer limpia, nomás no vayas a venir por mi.

- ¿A poco no tienes papeles?.

- No, no tengo.

- ¡Y me lo estas diciendo a mí!

- Si quieres llevarme, llévame.

- No, eres buen amigo, hay personas que no tienen papeles y deberían tenerlos, hay otros que los tienen y no deberían tenerlos.

- ¿Como cuales?.

- Como tanto pinche contrabandista mexicano.

En cambio decía que conocía mucha gente como yo, que del trabajo se iba a su casa y que trabajaban con mucho amor, buena atención a la gente, él siempre me veía trabajando alegre, porque siempre andaba cantando, por cierto, una vez cante ojos españoles en una fiesta que me hicieron como despedida, vine a México y pensaban que ya no iba a volver, me vine con mi esposa porque a mi padre le amputaron una pierna, una señora que me estimaba mucho, se llamaba Cindy, murió de cáncer, me organizó la despedida en un restaurante, me filmaron una película cantando la canción en español, un recuerdo muy bonito.

Una de las ultimas veces que me fui a Estados Unidos, en 1985, porque en 1987 me vine definitivamente para México, me llevé tres chamacos, amigos míos, a todos los que invitaba les daba consejos sanos, nunca les platicaba de viejas ni de putas ni de drogas; simplemente aquí en el negocio, cuando miro a un chamaco que le guste doparse con el pegamento que usamos para trabajar, lo paso a la oficina y hablo con él, le digo que no esta bien, le platicó que yo conocí muchas personas perdidas por el vicio en Estados Unidos; allá conocí a un muchacho, Antonio, un amigo de Aguilillas, Michoacán, un día, buscando un reloj, me encontré una carta que su madre le envió, la leía por curiosidad y le decía:

- Hijo mío, no quiero que me mandes dinero, nada más quiero saber de ti.

Eso que leí me sirvió mucho, fue como haber encontrado una cosa valiosa, de veras que, en Estados Unidos, uno vale nomás pura chingada, de ahí empezó mi lema en Estados Unidos: si no te cuidas tú, nadie te cuida; eso después se lo platique a mis dos hermanos que aún están en Estados Unidos, uno de ellos se quedó en mi lugar en el restaurante, como a mí me gusta mucho tomar, le dije:

- Mira carnal, aquí en Estados Unidos no hay familia, aquí el único eres tu, si no te cuidas nadie te cuida, nadie ve por ti, es muy dura la vida en Estados Unidos para luego no aprovecharla, yo no tengo nada de que hablar de Estados Unidos porque, gracias a Estados Unidos, tengo lo que tengo, pero porque lo supe aprovechar y lo supe invertir, al grado que hoy lo que ganaba en Estados Unidos lo gano aquí al doble, y eso que mi sueldo era muy bueno allá.

Ahorita estaría ganando unos 600 por semana. A él nunca le gustó la vida de aquí, se casó allá y se divorcio. Me decía que para que me venía.

- ¿Qué vas a hacer a México?

- Nunca hay que cerrarse el mundo, además no vas a volver a comer solo frijoles como antes, todas las experiencias que se adquieren aquí en Estados Unidos de algo tienen que servir. Admiro mucho a este viejo, a mi patrón, porque él todo el tiempo tiene en el pensamiento el ir adelante, pues yo lo estoy imitando de este momento que me voy para mi tierra, porque ya llevo en el pensamiento el ir solo para adelante, voy a llegar ciego porque, trece años aquí, hago de cuenta que perdí toda una vida en México, pero llevo la mente capacitada por tantos dolores de cabeza que me dio la vida en Estados Unidos, primero, por tanto sacrificio para conseguir lo que hice en México, dos, la principal, yo no sé si hayas tenido platicas con mi padre pero, él a mí me decía que el Norte era una sepultura, mi padre trabajó 20 años allá y no hizo nada, me decía que todo lo que ganó lo aventó a la perdición, se divirtió a lo grande, me decía que el Norte es una tumba porque allá ganas dólares y gastas dólares, pero, si esos dólares los conviertes en pesos te rinden mucho, y lo que yo no hice de joven quiero que tu lo hagas, me decía.

Por eso le decía a mi hermano que había que ir con los consejos de mi viejo.

Yo tenía un amigo méxico-indio, un descendiente de árabes que nació en Chihuahua, me decía que juntara 10 000 a 20 000 dólares y se animaba a poner el negocio que fuera conmigo, yo ganaba como 30 000 al año, me decía que pusieramos un negocio de compraventa de carros o un restaurante, pero a mí nunca me gustó la vida de Estados Unidos, yo fui con la ilusión de traer algo para mi tierra, para no darle la espalda a mi México; es como el amigo de Michoacán que dejó a su madre y ni siquiera le mandaba una carta para decirle donde y como estaba, eso es darle la espalda a nuestra tierra y a nuestra gente, siempre dije, cuando me canse de aquí, si Dios me da licencia, me regresó a mi tierra a darle trabajo a mi gente, por eso aquí estoy muy contento, ya tengo mis 20 trabajadores, me da mucho gusto cuando les estoy pagando, nunca les pago enojado, yo sé que ese dinero es para que mantengan a sus familias, es una satisfacción muy grande, porque cuando uno se fue, había trabajo aquí, pero eran trabajos muy pesados, hacer tabique, quemar hornos, tejer trenza, hacer escobas, ahora mis trabajadores ganan mas que un lavaplatos de Estados Unidos; varios de mis muchachos trabajadores se han querido ir a Estados Unidos, no sean tontos, les digo, yo sé como van a empezar allá, vas a ganar 100 dólares por semana, que vienen siendo 300 mil de aquí, aquí te ganas 350 mil libres, allá tienes que gastar en un montón de cosas, la vida esta llena de ilusiones, unas negativas y otras positivas, si estuvieras soltero te diría vete, pero también te diría que Estados Unidos en una navaja de doble filo, allá, con la nueva ley de amnistía que entró, ya no es lo mismo, si antes te discriminaban porque no tenías papeles, ahora hasta te discriminan los mismos mexicanos, porque ellos ya tienen, y no van a querer que llegues, aunque seas mexicano, y entres a trabajar, ellos mismos te van a mandar a la chingada, porque, desgraciadamanete así somos los mexicanos. Allá conocí a una chicanita, una cajera del restaurante, que me gustaba, nos hicimos muy cuates, pero un día llegó y me dice:

- Quiero que me hagas una orden de sandwichs, de volada que tengo mucha hambre.

Me tronó los dedos, le dije que me perdonara pero tenía que esperarse a que preparara toda la hilera de ordenes que tenía.

- Pero si yo trabajo aquí.

- Pero el cliente es primero.

Siempre me movía con esa lógica, el cliente es primero, pero a ella eso le disgustó y comenzó a insultarme.

- ¡Pinche mexicano nopaludo, mugroso, apestoso!.

Al rato volvió por su orden, le aventé el ticket y le dije que no le iba a preparar nada. Fue con el patrón y me mandaron llamar; delante de él volvimos a discutir, le dije que yo no iba a dejar que ninguna cabrona me discriminara, ella, muy seria, decía que era la primera vez que un mojado la ofendía.

A los muchachos les platicó todo esto para que vean a que le tiran en Estados Unidos. Por otro lado, los vicios ya están mas difundidos, ya cuando casi me venía, platicando con un tal Roberto de Zacatecas, me dice.

- No, Héctor, esto aquí ya valió siete chingadas, antes los muchachos nomás se echaban su toque de mota, pero ahora hasta cocaína.

Yo no creía, pero hasta su hermano le entraba a las drogas; yo, tal vez, seré muy pendejo, pero prefiero andar bien borracho, es más, soy un alcohólico, pero le digo a la juventud que mil veces andar borracho. A los muchachos cuando se quieren ir todo esto les digo, es más, aquí en esta calle, son como 7 a 8 personas que se van a Reno, Nevada, a vender cocaína, a eso se la dedican, caen al bote dos tres meses, los avienta la migración para acá, se quedan cinco meses y luego ahí van otra vez de cabrones a vender cocaína, por eso ya no le veo caso a Estados Unidos.

Cuando ya planee venirme le avisé al patrón, al rato me mandó llamar a la oficina y que me dice:

- Mira Héctor, yo no quiero que te vayas, tengo una buena proposición para ti, te voy a pagar lo doble de lo que ganas - ganaba 550 por semana, me iba a pagar 1100 dólares -, te voy a comprar carro, te voy a pagar la renta de la casa donde vivas, tráete a tu familia para atrás, te doy cinco minutos para que lo pienses.

No ocupé cinco minutos, ya tenía la respuesta, nunca le había dicho no a nada, ese era uno de los consejos de mi padre, en Estados Unidos nunca le digas a un patrón que no, con eso te lo ganas y lo tendrás siempre de tu lado, ¡pues le dije que no!.

Me dijo que era un pendejo, que le platicara a los demás lo que estaba rechazando, también me iban a decir que era un pendejo, fui y les platique y sí, así fue, me dijeron que era un pendejo. - Sí, pero hay una cosa más importante que todo lo que tu me das.

- Sí, ya no me digas nada, ya se por que te quieres ir, porque no quieres vivir aquí con tu hijas.

- Así es, por mis hijas, mira, es que yo aquí me he acostado con tanta pinche muchacha, hija de la chingada, que mientras sus padres están trabajando ellas están en chinga, yo seré un cabrón vicioso, porque tu sabes que soy muy borracho, pero soy muy sentimental, quiero mucho a mis hijas y me gusta que me respeten, ahí tienes a tus tíos, hasta sus pinches cocineros se meten con sus hijas, por estar ellos metidos en sus pinches negocios ni las cuidan, no, yo no, yo mil veces mi familia, estar cerca, al pendiente de ella, aquí en el Norte vales pura chingada respecto a la familiaridad, a la moral, dime tu si te estoy echando mentiras, aquí, tienen doce años las criaturas y ya andan haciendo el amor, dime, si un hijo no crece aquí y manda a chingar a su madre al padre, cuantas hijas no mandan a chingar a su madre a la madre, se van mejor de putas las pinches muchachas, ¿por qué?, porque aquí así es la vida, es un pinche libertinaje y yo no estoy impuesto a eso.

Al final no le disgustó que le haya dicho que no, se paró y me felicitó por la decisión, y me dice:

- Yo quisiera estar en tu lugar pero ya no puedo irme, tu sabes que tengo aquí cinco negocios.

Tenía cinco restaurantes, socio de una compañía de computadoras, socio de una compañía de harinas para preparar hot cackes, tiene mucho dinero. Fue sincero cuando me felicitó, eso me lleno de satisfacción, porque además me dijo:

- Yo quisiera que Grecia estuviera así como ustedes tienen México, cerquita, que yo pudiera venir cada semana nada más a revisar mi negocios y después irme a estar con mi familia en México, pero yo, desgraciadamente, tengo que cruzar todo el pinche mar hasta llegar a Grecia, no puedo hacer lo que tu haces, por eso te admiro, por la decisión que tomaste, te deseo lo mejor de la vida, creo que sí la vas a hacer, porque eres una persona muy inteligente, y te digo, sinceramente, que me hubiera gustado que hubieras sido mi hermano.

Me decía hermano, muchas veces comíamos en la misma mesa las dos familias, él también tiene nada mas hijas, como yo, su mujer y sus hijas eran muy atentas conmigo, su felicitación fue sincera, porque también él quería mucho a sus hijas, y le dolía mucho cuando sabía que los cocineros se chingaban a las hijas de sus tíos; y era la verdad, yo me llegué a meter con muchachitas de 15 años, me invitaban a su casa cuando no estaban sus papás, en las vacaciones o los descansos, a veces, el restaurante se llenaba de estudiantes y escuchaba como hablaban mal de sus madres, mi pinche madre hija de su chingada madre ahora no me quiso dar de desayunar, yo decía: esa educación no va con mi manera de pensar ni de ser, yo seré muy cabrón pero tengo sentimientos, me altero fácilmente, porque soy muy nervioso, pero siento que soy noble.

A mí me gustaba llegar una hora antes de la entrada al trabajo, lo primero que hacía era agarrar el periódico y leer la sección deportiva, los resultados del beisbol, como era muy querido, se me sentaban las meseras a un lado, en una ocasión una de ellas me dijo que si en realidad estaba leyendo el periódico, pensaba que no sabía leer en inglés, era una mesera gringa, le dije:

- Si entiendo tu letra, cuantimás ésta que es derechita, le leí un pedazo.

Me dijo:

- No te vayas a molestar, pero yo pensaba que ustedes todavía estaban como los pintan, con su sombrerote y echando una siesta debajo de un nopal.

Le dije que esos solo eran logotipos, que se usaban para identificar los países, pero que en México el que no sabía leer era por pendejo.

- No sé si sepas, pero contamos con la Universidad mas grande del mundo, además en México tuvimos la primer imprenta de todo el continente americano, incluyendo a Estados Unidos.

Dijo que estaba loco, no me creía, le dije que de tarea se lo preguntara a su profesor.

- Si somos pendejos es porque queremos ser pendejos.

Al día siguiente llegó toda apenada, me pidió disculpas, me dijo que si era cierto lo que le decía.

La última vez que me fui a Estados Unidos, en 1987, me fui con un concuño y, como si no tuviera experiencia, le dejé las decisiones a él. Llegamos a Tijuana y el escogió quién nos pasara: uno de aquí del barrio de El Llano, pero era muy tonto para pasar a la gente, a la primera nos aventaron para atrás, pero una no es ninguna, al siguiente día vamos y de nuevo para atrás, ¡que la chingada!, entonces si empecé a ver para atrás, respecto a lo que ya había logrado, pienso: ya ni necesidad tengo de andar sufriendo aquí; ya tenía el negocio de la lonchería, me va bien, de ahí me mantengo. Empecé a meditar y dije: bueno que ando haciendo todavía aquí, el Norte es como el futuro de un deportista, llega el día en que tiene que decir adiós, yo ya no tengo necesidad de andar aquí, allá tengo mi lonchería ya tengo en que trabajar. Ya estaba a punto de regresarme cuando me dice mi concuño:

- Vamos dando el último tirón a ver qué sale.

Caminamos más de 10 kilómetros, entre cerros, con el coyote, yo bien desesperado decía para mis adentros: ojalá nos agarren ya, para irme de regreso a mi tierra, ya no quiero nada con Estados Unidos.

Pero lo logramos, llegamos a San Diego, mi concuño se fue a Los Angeles, yo me fui para Chicago, donde pasé los seis meses más largos de mi vida, ya no estaba a gusto; fue cuando el patrón me prometió doblarme el sueldo.

Me vine y dije: ya no, el Norte se acabó para mí, empecé con la lonchería, por suerte encontré a mi padre vivo, porque al mes de que llegué murió y, como para todo le pedía consejo, le dije que todavía me sentía joven para estar encerrado en la lonchería.

- Aquí se han abierto muchas industrias, hay mucho movimiento, ya hay manera de hacer también un capital.

- Ponte a hacer zapatos.

Me dijo.

Ya lo había intentado una vez, me asocie con un amigo, pero no funcionó la cosa. Mi papá me prestó un localito que teníamos en la casa donde nací, ahí empecé. No sabía nada de eso, mi papá menos, él era campesino, después se metió al comercio; fue cantinero, dependiente, policía, por último inspector.

Pensé: bueno, si no me va bien me brinco otra vez para el Norte. Allá tenía trabajo seguro. Pero mi padre me dijo que no, que con esa mentalidad no era bueno ponerse a trabajar.

- Piensa que la vas a hacer, porque si vas a estar con la idea de que si quebras tienes la alternativa de Estados Unidos, olvídate. Todo esto coincidía con mis planes, porque cuando estaba en Estados Unidos ya tenía la idea de ponerme a fabricar zapatos, hasta llegué a pensar la marca que les iba a poner.

Como en Estados Unidos el único compañero que tienes es el techo, nomás me la pasaba mirándolo, pensando y haciendo planes, ahí se me ocurrió el nombre, LIN BARR, por Héctor Liñan Barrón; le sufrí pero ya tengo cuatro años; era un cuartito pequeñito, desde el principio mi hermano a trabajado conmigo, no lo deje ir a Estados Unidos y, al no dejarlo, es como una carga, porque quiero que salga para adelante sin necesidad de Estados Unidos, una vez se quiso ir, yo le dije que aguantara, que si me iba bien esto sería de los dos; aquí los negocios son de mas sacrificio; ahora ya se caso y ahí la llevamos; ya me traje a otro hermano, que también se quería ir desde muy chico a Estados Unidos, no lo deje ir, hace poco tuvimos una discusión, dijo que se iba ir para Estados Unidos, le dije que ¿a qué iba?.

- A trabajar como tú.

- Esa respuesta es muy errónea, ¿ya tienes trabajo seguro allá? ¿tienes una idea de qué vas a hacer con lo que ganes allá?.

- Pues haber qué, a poco tú ya llevabas una idea clara de todo.

- Pues fíjate que si, yo ya llevaba todo en la cabeza, lo primero que hice fue mi casa porque sabía que me iba a casar y no quería ser una carga en la familia, eso es pensar antes de hacer las cosas, tu te quieres ir nada más porque te están invitando amigos que yo veo que no piensan las cosas, que a lo que van es a divertirse y a pasearse, por eso te aconsejo que no te vayas, sigue trabajando aquí.

- No, yo quiero tener lo mío.

- Tú lo que quieres es ya andar en carro y en camioneta, pero tú no tienes la edad para eso, porque tu lo quieres para divertirte, pero es mejor sufrir de joven y no sufrir de viejo. Hay que entrarle a los chingadazos de joven para de viejo tener buen escudo.

Por fin se quedó a trabajar conmigo.

Después de trabajar 13 años, en Estados Unidos, estoy empezando una nueva vida. Me he sacrificado mucho porque hace como dos años tuve una pérdida muy grande, de esto no conocía nada, a raíz de que no conocía clientes, vendía zapato a "Juan Cuerdas", me pagaban con cheques sin fondos, me chingaron como 70 millones de pesos, estuve a punto de quebrar y de cerrar el negocio de los zapatos, me iba a dedicar a la pura lonchería y eso lo iba mandar a la chingada, tenía como dos años cuando me pasó eso. Había empezado en el 88, traje poco dinero de allá pero moviéndolo, primero trabaje en la lonchería, la cosa es darle vuelta al dinero, no me gusta tener dinero ahí sin servir para nada.

Yo no creo en santos, para mí, Dios es lo principal. Allá estuve relacionado con otra religión, sin salirme de la mía que es la católica. Me sirvió para conocer el libro mas maravilloso: la biblia. Me quitó muchas incertidumbres, me abrió los ojos a muchas cosas; porque Dios es el camino y la verdad. Estuve estudiando por dos años con Los Testigos de Jehová, no me convertí a esa religión porque no soy hipócrita, además los sacrificios que nos impone esa religión no van conmigo, implicaría un cambio de 90 grados, de la forma en que uno vive y fue educado; no tengo nada en contra de esa religión, al contrario, porque el estudio de la biblia fue una parte fundamental de mi progreso; yo era alcohólico y aquí me metí a alcohólicos anónimos, pero ahí se la pasaban fumando y tomando té o café, y salir de un vicio para entrar a otros no me pareció bien. Entonces pensé en pedirle a Dios una oportunidad de demostrarme a mi mismo que podía cambiar de camino; tenía una amistad muy profunda con un sacerdote católico, allá donde trabajaba en Chicago, y le encargue una biblia, aún la conservo porque me la dedicó: para mi estimado amigo Héctor, el mejor cocinero de Chicago Hais.

En la noche la leía, pero había puntos que no entendía; un día visité un compadre en Chicago, le platique que estaba leyendo la biblia, me dijo que a él lo visitaban unas personas que le ayudaban a estudiar la biblia, yo no sabía de que religión eran, dijo que me los iba a mandar a mi casa. Comenzaron a visitarme, me relacioné hasta hacer buena amistad. Eran de otra religión, pero no les di la espalda, era una cosa que me beneficiaba. Aquí la gente, tal vez por ignorancia, la gente es muy criticona, si lees la biblia hablan mal de ti, si entras a alcohólicos anónimos, peor; pero como decía mi padre:

- Estando bien con Dios, aunque los santitos lloren.

Gracias a esa religión dejé de tomar, duré 7 años allá sin tomar; llegué a estar hospitalizado dos veces; allá me conocieron borracho, cuando me vine ya no tomaba.

Cuando llegué volví a tomar como año y medio, ahora tengo apenas 4 meses que no tomo. Pero, aunque tomara, nunca faltaba a mi trabajo, con todo y cruda estaba aquí, porque nunca he sido desobligado.

Yo estoy de acuerdo con la entrada de la mentada ley del mercado libre, porque con eso también van a entrar costumbres de Estados Unidos, ahí está Canadá, no soy partidario de ningún partido, estoy con el que haga bien por la nación; el actual presidente es lo máximo, porque se ha enfrentado a problemas que otros le sacaron la vuelta, se a chingado a todos los cabrones que estaban acostumbrados a chingar al país, a descubierto políticos fuertes, que estaban dentro del narcotráfico.

Yo si podía arreglar papeles, pero nunca quise, porque yo quiero mucho a mi país, yo no iba a estar contento sintiendo que era gringo; mis hijas son de allá, ellas algún día decidirán. A mí no me gustó allá, a ellas tal vez si les guste.

Mi papá trabajo en el campo, en las pizcas de algodón, de lechuga, de betabel, fue de contratado, solo que era muy tomador, estuvo hasta preso en Estados Unidos. Era alegre, le gustaba vivir, pero no era vago, duró 20 años trabajando allá, una vez estuvo perdido 7 años sin venir. Mi papá se casó como de mi edad, de 33 años. Tampoco arregló papeles, decía que para qué quería otra patria si aquí en México era feliz. Así es la vida de éste norteño falso.

1. Durante la entrevista esta y otras expresiones las dijo en griego.